lunes, 3 de febrero de 2014

Crónica de un concierto anunciado...

Las entradas del concierto


La música de hoy es inevitable que sea la que es, y es que el protagonista de hoy es cantante y artista. Haz "click"  AQUÍ.

En este blog os traigo casi siempre crónicas de viajes, de  excursiones, referencias a fotografías.... pero el subtítulo de este sitio dice: “Compartiendo momentos de felicidad…” así que vale cualquier cosa de las que produzcan en mi tal sensación de alegría para que la comparta y os la cuente.

Sí fuera por la música, sin duda sería ésta la que más páginas llenaría en el libro imaginario de mi vida; ésta no la concibo sin melodías, sin cantos, sin ritmo y sin la belleza con la que creadores e interpretes me llenan el espíritu…… y todo gracias a eso, a la MÚSICA.

Mis incursiones lejos de la música clásica y la ópera son contadas, apenas unas cuantas cosas con las que poder dar unas pinceladas de color en el monopolio operístico que llena mi existencia. Algunas de esas pinceladas son las que han puesto y ponen determinados cantantes con un “feeling”  especial  a la hora de interpretar y hacer llegar determinados estilos musicales.
Los “crooner”  son unos de esos cantantes que también me llenan por el modo de cantar, por su voz y por supuesto por los temas que interpretan. Ni que decir tiene que con este gusto podréis imaginar que Sinatra es para mí toda una figura idolatrada. Nunca pude escucharlo en directo por eso cuando alguien me atrae lo suficiente como para verlo en vivo y en directo procuro hacerlo, y así no quedarme con la duda de si eso que me gusta es únicamente un producto que se origina en un estudio de grabación o realmente hay más fuera de éste.

Por eso y porque nos apetecía mucho ver en directo a Michael Bublé ni me lo pensé cuando me enteré que su gira pasaba por Barcelona. A pesar de la alegría que me producía ir a verlo en directo me lleve cierto “chasco” cuando me di cuenta que el día de su concierto coincidía con una representación de ópera para la que tenía entradas compradas desde hacía varios meses.  Lo tuve claro, vendí las entradas de la ópera y compré otras para días más tarde… me pareció que Bublé bien se lo merecería.

Y así fue, en una escala de 1 al 10 el concierto podríamos decir que resultó de 8,5 ó 9. Conseguir un 10 en cualquier faceta o aspecto de la vida es harto complicado pero no por ello uno debe dejar de disfrutar, sí así fuera dejaría pasar infinidad de momentos maravillosos con los que ser feliz.

Está claro que este canadiense ya universal  es algo más que un cantante, estamos hablando de un showman en toda regla, cercano al público y con  una gran facilidad para desenvolverse en los escenarios tanto por su sentido del humor como por su “labia” y eso sin contar la faceta meramente artística, la de cantar.

El show me encantó, la música, el espectáculo de luces y por supuesto la puesta en escena. Empezó el concierto con “Fever”, muy apropiado para encender ya en el público ese pequeño delirio y ponernos a tono para lo que seguiría durante la noche.

Un artista de esta magnitud es lógico que se rodee de grandes artistas y eso saltaba a la vista con los músicos que componían su banda.  Eran más de una docena y entre los mismos tomaban un claro protagonismo la sección de metal; trompetas, saxos y trombones dan un brillo diferente a la música que interpretaba toda la banda. Así mismo y como el mismo confesó, por primera vez incluía “cuerdas” en una gira y es muuuy de agradecer ya que  el fondo y el sonido de violines más cellos dan empaque, elegancia y redondean de manera bellísima cualquier canción.

Las luces fantásticas, extraordinarias, tanto éstas en sí mismas como las proyecciones de vídeos e imágenes que se sucedían sobre el escenario; no eran cargantes ni quitaban protagonismo al artista pero daban el contrapunto y complemento ideal para acompañar las actuaciones. Los colores eran alegres y vivos lo que personalmente me gustó mucho.

Al chico le gusta bailar y moverse con soltura por lo que sobre el suelo del escenario había puesto “algo” (los prismáticos no me permitieron verlo con total claridad) para que pudiera deslizarse y casi patinar sobre el mismo.
Me gustó su acercamiento hacia el público que tenía más cerca del escenario, estrechando manos, saludando, dejándose tocar… espero que tarde o mejor dicho,  nunca,  aparezcan aires de Divo en él.

Vamos con los “peros”…

He asistido a muchos conciertos de música amplificada y esta modalidad conjuga varios factores para que el sonido pueda ir de pésimo o patético hasta en el otro extremo, la excelencia. Influyen el “hardware”  es decir el equipo meramente técnico,  los técnicos o ingenieros encargados de calibrar y dar un buen uso y sacar el máximo rendimiento a esos centenares, miles de vatios musicales; y por supuestísimo influye la acústica del  lugar.

Partiendo de este último apartado, un pabellón como el Palau Sant Jordi  no está concebido para escuchar música aunque en él se hayan celebrado ya infinidad de espectáculos musicales; eso es un hándicap, pero ahí es donde entran en escena los conocimientos y la maestría de los técnicos.

Bueno, pues en general al sonido del concierto se le puede dar un notable alto. Los temas más lentos y baladas donde los decibelios eran menos exagerados todo el conjunto sonaba maravillosamente bien pero en las canciones más  “marchosas” la voz de Bublé resultaba estridente por momentos a pesar de jugar con el  micro y la distancia entre el mismo y su boca. Igualmente sonaba  estridente el piano en determinadas ocasiones pero en ambos casos fueron sólo determinados momentos  que bajo ningún concepto pueden menoscabar en el buen sonido en general. Creo ciertamente, que es literalmente IMPOSIBLE hacer que durante dos horas  el sonido amplificado de voces  e instrumentos sea perfecto. Esto se lograría si los mismos se ejecutaran siempre con la misma intensidad pero es que los “crescendo” y “diminuendo” no son exclusivos del Bel Canto y por ello los intérpretes utilizan estos recursos para hacer más dinámicas y atractivas sus interpretaciones, con el problema que ello conlleva, como explicaba anteriormente, para los que tienen que regular la potencia que debe entrar por los micros y la salida por los altavoces de turno.

Volviendo  de nuevo al concierto y a la parte meramente musical,  me quedo con muchos momentos del mismo pero sin duda con dos: el primero sería algo así como el clímax de la noche y se produjo cuando Michael y todo el público cantamos juntos el estribillo de una de mis canciones preferidas de los Beatles, el “All you need is love”;  llegué a emocionarme… el proyector dibujó sobre el fondo del escenario, cientos, miles de corazones rojos de diferentes tonalidades, cayeron desde lo alto millones de confetis y otros fueron lanzados desde el suelo con pistolas de aire y todo eso mientras la célebre canción sonaba  y todos la cantábamos al unísono acompañándola con movimientos de nuestros brazos puestos en alto…. Realmente emocionante.


El segundo momento que destacaría fueron los últimos veinte segundos de concierto…. 

Estaba ya Bublé con las propinas y concretamente cantaba el que a la postre sería el último tema  con el único acompañamiento del piano, cuando de repente el piano dejó de sonar, el  se quitó y tiró al suelo el pinganillo e hizo lo mismo con el micro…. nos deleitó con unas últimas estrofas cantando “a capela”, momento en el que en todo el  Palau Sant Jordi se hizo un silencio sepulcral para escuchar aquellas notas que llegaban desde el escenario,  diminutas comparándolas con las que habían sonado hasta entonces gracias a los vatios de potencia que allí había, pero estas eran más reales, más humanas….. fue ciertamente un broche de oro a un gran  concierto, o al menos así me lo pareció a mí.

Verdaderamente disfruté muchísimo de esas dos horas ininterrumpidas con las  que Bublé nos deleitó… espero verle y escucharlo pronto.

Recomendable…… MUY RECOMENDABLE.

Besos y abrazos.


Ger.

Pensando en el Amor

E n mi día a día, uno de los momentos en que mi cerebro se evade y en el mismo afloran pensamientos y recuerdos de todo tipo es cuando condu...