Tendría que haber sido un viernes más, sin pena ni gloria, a pesar de que yo estaba en pleno periodo vacacional. El caso es que no tenía nada previsto, pero ese mediodía mientras preparaba algo para comer sonó el teléfono, era Gloria, mi amiga Gloria, alguien por quién suspiré hace bastantes años pero que el fatal destino no quiso que aquellos sentimientos míos fueran correspondidos.
Tras cierta rabia y desesperación las primeras semanas, por fin la cordura volvió a mi cabeza y decidí que una mujer así merecía que por lo menos la pudiera mantener cerca como amiga y desde entonces pocas personas tengo tan presente en mi vida como ella. La verdad es que Gloria en su infinita inteligencia y sabedora de mi sufrimiento, por culpa de aquellos sentimientos míos y que en ella no afloraron, durante un tiempo y por voluntad propia se alejó para que mi herida pudiera cerrar.
Tras aquel periplo hemos compartido muchos y buenos momentos tanto solos como con su actual pareja, Cristóbal. Ella siempre me ha manifestado su deseo de verme feliz al lado de una mujer, y quizás esos cuatro años que tiene mayor que yo, hacen que ahora mismo la vea como esa hermana mayor que no tengo.
El caso es que Gloria me llamó para invitarme a cenar, iba a ser algo informal, como una pequeña celebración de la llegada del verano y además sería en su preciosa casita de la playa. Al principio no me sentía muy animado pero ella insistió y además no dejaba de comentarme que habría muchos amigos, algunos conocidos por mí pero otros que no y quería presentármelos.
Reconozco que un poco a regañadientes acabé claudicando y finalmente acepté.
- Llevaré vino, le dije-
Poseído como estaba de cierta apatía y dada mi costumbre por irme a dormir pronto, me pareció una buena opción, echarme un rato en el sofá tras haber comido algo ligero, eso o por la noche no sería persona en casa de mi amiga, y menos mal que así lo hice.
Siguiendo las instrucciones de mi anfitriona llegué a su casa cuando la tarde ya estaba finalizando y noté que había poco ambiente allí cuando pude aparcar a mis anchas, no era de extrañar pues era el primero en llegar. En otras circunstancias quizás me hubiera sentido violento por culpa de esa puntillosa manía que tengo de llegar a los sitios y citas con bastante antelación. Sin embargo aquí no había lugar para sentirme mal, en esta casa hay mucha confianza; me recibió Cristóbal, un tío majísimo y al que aprecio mucho pues trata a Gloria como una reina con lo que me siento feliz por los dos pero sobre todo de verla a ella tan, tan bien. Cristóbal siempre supo de mi desdicha en otra época por no ser amado por la que hoy es su pareja y pese a ello jamás tuvo conmigo comportamiento alguno con el que yo me pudiera sentir incómodo… realmente es un gran tipo.
Mientras él se llevaba el vino a la cocina yo entraba en aquella casa con la confianza de quien la ha frecuentado tantas veces y esperé en el luminoso salón con vistas a la playa la aparición de Gloria. Cristóbal volvió con sendas cervezas heladas para amenizar la charla y la espera que ciertamente fue muy breve.
Fiel a esa deliciosa clase que emana en todo momento Gloria, y con el crujir de las escaleras de madera a cada unos de sus pasos, apareció en el salón como una diosa; lucía un conjunto de pantalón y blusa que conjugaba blanco y azul marino mientras su cara era poseedora ya de un ligero moreno que ponía el contrapunto perfecto a uno de los rasgos inconfundibles de mi gran amiga, aquella melena rubia e inmaculada que seguía invariable desde el mismo día que la conocí, bastantes años atrás.
Iba a ser una cena fría y ya estaba todo listo pero aproveché para ofrecerme a colaborar y trasladar todo lo que había en la cocina hacia el porche en donde Cristóbal estaba ya montando mesas y sillas, y que por cierto me parecieron demasiadas.
"¿Pero cuántos seremos?" le pregunté con cierta incredulidad a mi amiga.
- Sí no falla nadie 27, dijo ella.
-¿27?, pero si apenas he traído tres botellas de vino; era un vino blanco afrutado que a Gloria le encantaba, pero claro, o lo tomábamos en vasos de chupito o no llegaría a nada. Veintisiete…
Tranquilo hay más gente que traerá también bebida y además en el grupo tenemos algún que otro abstemio con lo que no sufras más de la cuenta, que ya te conozco, -"me dijo ella con tono condescendiente".
Yo seguía pensando en semejante número y con la confianza que le tengo a Gloria le pregunté sobre el resto de invitados a la cena.
- Estarás a gusto, a muchos los conoces de haber coincidido con ellos en otras ocasiones, pero hay dos parejas y un par de amigas, los seis de mi época en la universidad, que no los has visto nunca aunque seguro que te caen bien. Por cierto, con una de esas dos amigas, Irene, compartes afición, es otra entusiasta como tú del arte y concretamente de la pintura.
Poco a poco iba llegando la gente y aquello se animaba por momentos. Ciertamente con muchos de ellos había coincidido en otras veladas y entonces llegaron también sus amigos de la universidad, incluida Irene. He de decir que la primera impresión que tuve de ella no fue precisamente la mejor, vi algo de altivez en gestos y comentarios que me chirriaron al principio pero... a medida que iba pasando el tiempo me di cuenta que esa percepción mía era fruto de mi imaginación y por culpa quizás, de aquel comentario de Gloria acerca de nuestro común gusto por la pintura (solemne tontería la mía molestarme por aquello).
Yo no sé cómo pasó, aunque conociendo a Gloria puedo imaginar hasta cierto punto que fue cosa de ella y no del simple azar, el que Irene y yo nos sentáramos el uno frente al otro nada más empezar la cena. Más me convencía yo de ello cada vez que levantaba la mirada hacía nuestra anfitriona que presidía aquella hermosa mesa, y en su mirada yo percibía como estaba especialmente atenta a mi comodidad con la compañera de mesa que me había “tocado” en suerte.
No recuerdo cuándo fue la última vez, en la que rodeado de tanta gente, me sentí aislado del mundo y absolutamente de todo lo que me rodeaba. Irene me tenía absorto con su conversación, al principio de cómo se habían conocido ella y Gloria tiempo atrás y luego cuando empezó a explicarme lo de su afición por la pintura.
Yo pensaba, -menos mal que la cena es fría de lo contrario no habría
probado ningún bocado caliente-.
Mis ojos no desviaban un ápice su mirada de la boca de Irene quien a veces me daba la sensación de que hablaba como a cámara lenta mientras yo percibía el movimiento de su mandíbula articulando palabras.
Tras la cena, en la que casi ni recuerdo lo que comí pero que todo me supo a Gloria, nos levantamos todos de la mesa, y mientras unos fumaban en el maravilloso porche con vistas, otros hacían las veces de "barman" preparando copas para los demás.
Irene y yo bajamos los tres peldaños de madera que separan el porche de la arena de la playa y comenzamos a caminar por la misma en ambos sentidos; al principio lo hicimos por la arena seca pero luego nos descalzamos para mojarnos incluso los pies.
Hacía la mejor noche que yo podía recordar en años, qué digo años, décadas, y todo con un crepúsculo que apenas dejaba ya luz alguna pero sí unos bellos colores en mar y cielo.
Cuando nos dimos cuenta era ya completamente de noche, a las caminatas de ida y vuelta, nuestra conversación prosiguió pero esta vez ya sentados en la arena. Eran más de las cuatro de la mañana, no había luz en el porche ni en ninguna estancia de la casa de nuestra amiga.
Acompañé a Irene hasta su coche y tras un prolongado y profundo abrazo nos besamos en ambas mejillas si bien creo que los dos aspiramos a algo más, pero nos contuvimos.
-Me encantaría volver a verte antes de que te vayas de la ciudad- le dije a Irene.
-“Desde luego que nos veremos y creo que no poco, estos días voy a visitar algunas inmobiliarias pues quería mudarme a vivir aquí, ahora tengo un motivo más...” - Dijo ella mientras sus labios esbozaron una leve sonrisa.
Tras la despedida llegué a casa sobre las 5 de la mañana, eso sí, sin sueño alguno y ahora que han pasado más de cuatro horas continuo desgranando en mi cabeza todo lo vivido en esta pasada noche, con total lucidez.
Y si esto no fuera suficiente para tener mi cabeza ocupada, acabo de recibir en el móvil un mensaje de Gloria, dice:
“Buenos días Luis, no quiero preguntas ni tampoco respuestas, tan solo espero que ayer estuvieras a gusto en nuestra casa y disfrutaras con el resto de invitados, creo que sí. Durante la velada y tras la cena subí un momento a mi habitación y no pude contenerme mientras os veía en la playa, aquí tienes un bonito recuerdo de un día que quizás pueda ser.... el comienzo de, quién sabe qué”.