Siempre digo que no son pocas las veces en las que me siento en cierto modo un documentalista de aquellos lugares que visito y disfruto, la gran mayoría tienen que ver con la naturaleza pero también hay lugar para algunas de las maravillas que el ser humano ha conseguido realizar. Esta labor de “documentar”, como también he dicho en alguna ocasión, sirve para mostrar lugares que muchos desconocen y que en gran medida jamás conocerán por razones de índole muy diversa.
Ayer me decía una amiga valenciana que cuando fuera a París ya tenía algo más que poner en su agenda para visitar, otros me comentaban sus impresiones de cuando fueron en persona a disfrutar de esta maravillosa obra de Charles Garnier y hubo quien se conformaba con la imagen de ayer para imaginarse cómo sería el interior. Para todos, pero especialmente para estos últimos, hoy de forma excepcional no voy a compartir este ·buenos días" con una imagen, lo haré con seis y así os mostraré rincones de lo que hay detrás de la fachada que ayer podríamos decir que nos sirvió de aperitivo.
Os contaré una anécdota sobre una de estas fotografías. Tras adquirir la entrada y acceder al interior de la ópera con mi equipo fotográfico, trípode incluido sujeto a la mochila, el personal del teatro me dice que puedo hacer fotos pero está prohibido el uso del trípode (de qué me sonará esto) no son pocos los lugares en los que los fotógrafos somos poco menos que unos apestados.
Bueno, visto lo visto tocó tirar de ingenio y así muchas de estas fotografías que por la escasez de luz necesitaban largas exposiciones que a pulso serían imposibles pues las imágenes saldrían "movidas", las realicé utilizando la mochila y mi cartera como soportes para dejar apoyada la cámara.
La anécdota viene a propósito de cómo hice la fotografía de esa sala dorada con esas impresionantes lámparas de cristal; quizás no se aprecia, pero a un extremo y a otro de dicha sala hay sendas chimeneas (descomunales por cierto) que servían a mediados del siglo XIX para calentar semejante estancia. Pues bien, para conseguir esa perspectiva que se aprecia en la imagen, me introduje literalmente dentro de una de las chimeneas y me tumbé en el suelo; no os quiero decir cómo me miraban algunos de los que como yo visitaban la sala, incluso personal del teatro, pero yo no hacía nada malo, no estaba usando el trípode ni tampoco produciendo desperfectos con mi proceder por lo que nadie me llamó la atención y así que, "ande yo caliente......" .
Y de este modo pude perpetuar para mi propio regocijo semejante maravilla arquitectónica.
Esto es todo, a los que desconocían este teatro pero en un futuro cercano o no tanto, tengan intención de visitar la capital gala, da igual que te guste o no la música, el ballet, vete a ver con tus propios ojos la Ópera Garnier.
Esto mismo es lo que digo para otro lugar más cercano y que recomiendo a todos los que no lo conocen y vienen a Barcelona, visitar el Palau de la Música Catalana; son lugares que fueron creados para deleite de los melómanos pero que ya por sí mismos merecen ser vistos y disfrutados.
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