miércoles, 18 de febrero de 2015

"Historia de una fotografía..."

Todas las fotografías tienen su historia, ya sea la misma más o menos importante, y esa importancia se la dan innumerables factores; no hace falta que sea una fotografía espectacular pero  a veces las circunstancias que la rodean, como es el caso de la de  hoy, merecen ser contadas.
Quizás la fotografía no os diga mucho, pero yo del modo en que viví  su gestación en primera persona, tengo un recuerdo bonito de la misma y ahora quiero compartirlo con vosotros.

Era sábado y tocaba excursión fuera de Barcelona como muchas otras veces, ese  sábado en particular teníamos intención de adentrarnos por el interior catalán y dirigirnos al pueblo de Bagá en plena comarca del Berguedá; la idea era conocer el pueblo y además hacer una ruta de senderismo por las montañas que rodean la localidad.

El día amaneció espléndido, con algunas nubes y con el sol en todo lo alto lo cual  hacía más llevaderas las bajas temperaturas; después de darnos una vuelta por el pueblo de Bagá nos encaminamos al Coll de Pal por una carretera serpenteante que termina en una diminuta estación de esquí que explota el mencionado pueblo. Ese día había nieve pero la carretera estaba limpia y pudimos ascender por la misma con nuestro turismo. A poco más de la mitad del recorrido hay un mirador impresionante que te muestra, por un lado la sierra del parque natural del Cadí-Moixeró, en un lateral la vista imponente del Pedraforca y de manera opuesta a éste, el valle del río Llobregat, con la silueta al fondo del macizo de Montserrat en fin, un lugar sublime para la vista.

En ese mirador paramos durante unos cuantos minutos para regodearnos con las vistas  y yo al mismo tiempo realizar  unas cuantas fotografías desde muchos y variados ángulos. 
Cuando me di por satisfecho, nos subimos nuevamente al coche y continuamos montaña arriba por la carretera apenas transitada por vehículo alguno, a medida que fuimos ascendiendo el cielo empezó a cubrirse y cada vez estaba más negro. Pasamos al lado del supuesto mini aparcamiento donde había que dejar el coche para hacer la ruta de senderismo que yo había visto y preparado los días previos. Desistí al momento, primero por estar impracticable el aparcamiento tanto de nieve como de hielo y por otro lado había tal cantidad de nieve que sin unas raquetas, era prácticamente imposible realizar la travesía.

Seguimos pues subiendo y así hasta que el cielo se cubrió del todo y entonces además del viento empezó a arreciar la nieve. Llegamos a un punto que la carretera se acabó literalmente, en la cuneta había como una docena de coches de los cuales habían salido muchas familias con niños y estaban jugando con trineos. Visto el panorama, y dada la hora que era, decidimos dar media  vuelta y descender nuevamente hacia el mirador donde había realizado las fotos instantes previos.

Cuando salimos de excursión, llevamos siempre nuestro "picnic" para comer donde más nos plazca; sí el tiempo acompaña, al aire libre en una mesita rústica o simplemente sobre el verdor de algún prado con nuestra manta de viaje por mantel, pero ese día, el lugar y la climatología no estaban para comer a la intemperie. Llegamos al mirador en cuestión, donde bien caben una decena de coches aparcados con holgura, y decidimos comer dentro del mismo, el viento soplaba y además era excesivamente frío. Volví nuevamente a desplegar el trípode y a sacar algunas fotografías con el teleobjetivo 70-200 montado, apenas fueron media docena y ya pronto me metí en el coche para comer lo que nos habíamos preparado de buena mañana.
El coche lo había aparcado de manera estratégica, encarado hacia el Pedraforca y a mi izquierda estaba esa vista del valle que antes os describí.

Fue entonces entre un bocado y otro que le estaba dando a mi ensalada Taboulé, que vi aquella imagen y no pude más que hacer lo que hice, dejar la ensalada, armar el teleobjetivo y ponerlo sobre la rótula del trípode que había dejado fuera montado, por si surgía algo.... y claro que surgió. 

Esta es la escena:
Nosotros dentro del coche y sobre nosotros un cielo azul con intervalos de nubes, a unos kilómetros más al sur, cielo negro y encapotadísimo que producía una tremenda sombra sobre el paisaje casi como si fuera de noche, y al fondo, muchos más kilómetros al sur, allí estaba Montserrat dorándose con los rayos del sol. Esa imagen de por sí ya me pareció hermosa pero lo alucinante es que entre nuestra posición y Montserrat avanzó entonces de manera galopante un frente de lluvia que iba dejando auténticas cortinas de agua a su paso. Eso es lo que aquí podéis ver en esta imagen que hoy comparto con vosotros. 
Pocas veces y con esa alevosía y premeditación había fotografiado algo que estuviera tan lejos, aunque no sabía a cuánto.... me faltó tiempo al llegar a casa para averiguarlo y gracias a una de las herramientas de "Google Maps" determiné que kilómetro arriba, kilómetro abajo, entre nuestra posición en el mirador y el skyline de Montserrat había la no despreciable distancia de  ¡¡¡80 kilómetros!!!.... no está mal.

Y con eso me quedé, con el contraste de la noche en pleno día por culpa de esos nubarrones, y esas cortinas de agua surcando los aires sobre el naranja que el sol adornaba en las cumbres redondeadas del macizo sagrado para los catalanes. 

Esta es mi experiencia, mi momento de felicidad que hoy quiero compartir con vosotros, no sólo con la fotografía sino con la puesta en escena y explicación de la misma.

Besos, abrazos y espero que os haya gustado.

Y aquí está la protagonista, hacer click encima de la fotografía y podréis verla a mayor tamaño.

Ger.


ISO 100    145 mm      f/ 4,0       1/ 1000 seg.      Con  trípode


miércoles, 4 de febrero de 2015

"Pueblos de colores..."

La música que hoy he escogido está "AQUÍ".  Tampoco te  olvides de pinchar encima de las fotografías para verlas a  mayor tamaño y apreciar así mucho mejor, la belleza de estos parajes.

Enorme escultura visible en la playa de Monterosso

Esta es una breve reseña de un lugar que deberías visitar sí alguna vez vas por Italia y concretamente por la región de la Liguria.


En una de sus provincias, La Spezia, se encuentra una zona costera conocida como  "Cinque terre" y cuyo nombre viene dado por cinco pueblos pintorescos, coloridos y sacados como de un cuento, que jalonan un trocito de esta costa, de manera consecutiva; sus nombres  Monterosso, Vernazza, Corniglia, Manarola,  y  Riomaggiore,


Lo que a continuación paso a relataros son aspectos y opiniones particulares de mi persona después de haber realizado el trayecto en un bonito día de Septiembre; por supuesto se puede diferir de lo que yo cuento o explico, pero aquello de lo que aquí hablo está en todo momento explicado y documentado con las fotografías que realicé.



En un día entero pueden visitarse los cinco pueblos y la verdad es que su belleza no le deja a uno para nada indiferente.

Cuatro son los modos en que pueden visitarse dichos pueblos y cada cual que valore el modo de hacerlo que más le convenga, yo os expongo las posibilidades.




  • A pie:  Es la manera en la que uno puede empaparse más del lugar y ver con más detenimiento toda esta franja costera. No presenta gran dificultad ni es especialmente dura la excursión aunque el camino tampoco es de unas condiciones excepcionales para el caminar, muchas veces se va en paralelo a viñedos y otros terrenos de cultivo que se han habilitado para tales fines en las faldas de esas colinas que acompañan esta  costa.

  • En coche: Es con diferencia la más pesada y que desaconsejo completamente, al no existir una carretera que una linealmente las poblaciones, el itinerario de una a otra tiene que realizarse adentrándose varios kilómetros hacia el interior para salvar también las formaciones montañosas. Eso hace que con el tiempo que se requiere, dos o tres pueblos sean los que normalmente se puedan realizar como mucho en una jornada, y a todo lo anteriormente citado hay que añadir otro hándicap más como es el escaso lugar para el aparcamiento de vehículos en  estos pueblos, ya que el mismo, es prácticamente y en exclusiva para los vecinos del lugar.

  • En barco: Se trata de una opción diferente por aquello de acceder desde el mar pero tiene sus limitaciones que básicamente son los horarios y la frecuencia con la que los barquitos van realizando escalas en los cinco pueblos y para más inri los precios de los billetes son caros.

  • En tren: Me parece sin duda la opción más práctica y cómoda para  visitar “Cinque Terre”, sobre todo sí se va con niños o con gente mayor a la que no se le puede pedir que realicen largas caminatas o esfuerzos (esto último tiene una excepción en el caso del pueblo de Corniglia ya que es el único de los cinco pueblos que no está situado a la altura del mar y así desde la estación de tren hasta la localidad hay que subir 377 escalones por una escalera zigzageante.).


Mi recomendación si uno se encuentra por la zona con coche, es ir hasta la ciudad de La Spezia y allí dejar el coche en un parking y dirigirse a pie a la estación de trenes donde hay billetes especiales para hacer la ruta de los pueblos. En nuestro caso así lo hicimos, nos fuimos hasta el más lejano, Monterosso y a partir de éste fuimos subiendo y bajando del tren en los distintos pueblitos hasta completar la ruta y regresar nuevamente a La Spezia. La verdad es que nosotros al realizar el viaje en Septiembre no encontramos los agobios de gente que yo presumo debe haber  en pleno verano,  pero además el tiempo en ese mes sigue siendo fabuloso para moverse por la zona  dada  la calidez de las temperaturas y a que las horas de luz todavía son considerables. 


Un entorno espectacular
Lo de las temperaturas agradables quedaba bien manifiesto por el hecho de que había  bastante gente tomando baños de sol e incluso bañándose en el mar; ambas facetas donde mejor pueden llevarse a cabo es en el primer pueblo de nuestra ruta, Monterosso ya que es además, el único que cuenta con una importante franja arenosa que le permite tener una bonita playa, casi toda privada, pero bonita. Me sigue escandalizando que uno tenga que pagar por ir a una playa pero.... es Italia.

Detalle del color
Los otros cuatro pueblos no cuentan con arenal similar al de Monterosso pero sin embargo consiguen igualmente embriagarte con sus construcciones de colores, callejuelas diminutas y una luz, esa luz mediterránea única, que en las inmediaciones del mar posee un carácter mágico.

Cada pueblo tiene su propia alma, su rinconcito que lo hace único y por tanto diferente a los demás pero, de entre los cinco me quedo sin lugar a dudas con Vernazza; yo que soy un amante del color me encontré con una paleta de amarillos, rojos, azules (incluido el del cielo) que creaban una atmósfera idílica. A todo eso además debemos añadir una arquitectura especial con una serie de edificaciones que añaden un plus al entorno.

Sin duda la FOTO de aquel día o al menos la que a mí más me gusta es la que hice justamente en el puerto de Vernazza donde se ven en primer plano esas coloridas barcas mientras al fondo se ve una parte del pueblo y sobre el cual vuelan nubes blancas entre un azul añil que cubre todo el cielo.

En fin, teniendo en cuenta que la Toscana es uno de los lugares favoritos de mucha gente para ir de turismo a Italia,  esta pequeña franja costera de la Cinque Terra, está a tiro de piedra como suele decirse, por lo que no tendría justificación posible el no dedicarle una jornada a descubrir esta colorida y bellísima ruta.
Lo que aquí os describo son unas simples pinceladas, sí alguno se anima y quiere más información que no dude en escribirme un email, y como siempre estaré encantado de daros más detalles.

Aquí os dejo una selección de algunas imágenes empezando por mi favorita, esa de la que os hablé antes.

Besos y abrazos.
Ger.






Mi foto favorita de ese viaje





Montaña, mar, azul, verde...





Gotas de color en esta bella costa mediterránea




Las casas llegan justo a pie de mar



Pensando en el Amor

E n mi día a día, uno de los momentos en que mi cerebro se evade y en el mismo afloran pensamientos y recuerdos de todo tipo es cuando condu...