Todas las fotografías tienen su historia, ya sea la misma más o menos importante, y esa importancia se la dan innumerables factores; no hace falta que sea una fotografía espectacular pero a veces las circunstancias que la rodean, como es el caso de la de hoy, merecen ser contadas.
Quizás la fotografía no os diga mucho, pero yo del modo en que viví su gestación en primera persona, tengo un recuerdo bonito de la misma y ahora quiero compartirlo con vosotros.
Era sábado y tocaba excursión fuera de Barcelona como muchas otras veces, ese sábado en particular teníamos intención de adentrarnos por el interior catalán y dirigirnos al pueblo de Bagá en plena comarca del Berguedá; la idea era conocer el pueblo y además hacer una ruta de senderismo por las montañas que rodean la localidad.
El día amaneció espléndido, con algunas nubes y con el sol en todo lo alto lo cual hacía más llevaderas las bajas temperaturas; después de darnos una vuelta por el pueblo de Bagá nos encaminamos al Coll de Pal por una carretera serpenteante que termina en una diminuta estación de esquí que explota el mencionado pueblo. Ese día había nieve pero la carretera estaba limpia y pudimos ascender por la misma con nuestro turismo. A poco más de la mitad del recorrido hay un mirador impresionante que te muestra, por un lado la sierra del parque natural del Cadí-Moixeró, en un lateral la vista imponente del Pedraforca y de manera opuesta a éste, el valle del río Llobregat, con la silueta al fondo del macizo de Montserrat en fin, un lugar sublime para la vista.
En ese mirador paramos durante unos cuantos minutos para regodearnos con las vistas y yo al mismo tiempo realizar unas cuantas fotografías desde muchos y variados ángulos.
Cuando me di por satisfecho, nos subimos nuevamente al coche y continuamos montaña arriba por la carretera apenas transitada por vehículo alguno, a medida que fuimos ascendiendo el cielo empezó a cubrirse y cada vez estaba más negro. Pasamos al lado del supuesto mini aparcamiento donde había que dejar el coche para hacer la ruta de senderismo que yo había visto y preparado los días previos. Desistí al momento, primero por estar impracticable el aparcamiento tanto de nieve como de hielo y por otro lado había tal cantidad de nieve que sin unas raquetas, era prácticamente imposible realizar la travesía.
Seguimos pues subiendo y así hasta que el cielo se cubrió del todo y entonces además del viento empezó a arreciar la nieve. Llegamos a un punto que la carretera se acabó literalmente, en la cuneta había como una docena de coches de los cuales habían salido muchas familias con niños y estaban jugando con trineos. Visto el panorama, y dada la hora que era, decidimos dar media vuelta y descender nuevamente hacia el mirador donde había realizado las fotos instantes previos.
Cuando salimos de excursión, llevamos siempre nuestro "picnic" para comer donde más nos plazca; sí el tiempo acompaña, al aire libre en una mesita rústica o simplemente sobre el verdor de algún prado con nuestra manta de viaje por mantel, pero ese día, el lugar y la climatología no estaban para comer a la intemperie. Llegamos al mirador en cuestión, donde bien caben una decena de coches aparcados con holgura, y decidimos comer dentro del mismo, el viento soplaba y además era excesivamente frío. Volví nuevamente a desplegar el trípode y a sacar algunas fotografías con el teleobjetivo 70-200 montado, apenas fueron media docena y ya pronto me metí en el coche para comer lo que nos habíamos preparado de buena mañana.
El coche lo había aparcado de manera estratégica, encarado hacia el Pedraforca y a mi izquierda estaba esa vista del valle que antes os describí.
El coche lo había aparcado de manera estratégica, encarado hacia el Pedraforca y a mi izquierda estaba esa vista del valle que antes os describí.
Fue entonces entre un bocado y otro que le estaba dando a mi ensalada Taboulé, que vi aquella imagen y no pude más que hacer lo que hice, dejar la ensalada, armar el teleobjetivo y ponerlo sobre la rótula del trípode que había dejado fuera montado, por si surgía algo.... y claro que surgió.
Esta es la escena:
Nosotros dentro del coche y sobre nosotros un cielo azul con intervalos de nubes, a unos kilómetros más al sur, cielo negro y encapotadísimo que producía una tremenda sombra sobre el paisaje casi como si fuera de noche, y al fondo, muchos más kilómetros al sur, allí estaba Montserrat dorándose con los rayos del sol. Esa imagen de por sí ya me pareció hermosa pero lo alucinante es que entre nuestra posición y Montserrat avanzó entonces de manera galopante un frente de lluvia que iba dejando auténticas cortinas de agua a su paso. Eso es lo que aquí podéis ver en esta imagen que hoy comparto con vosotros.
Pocas veces y con esa alevosía y premeditación había fotografiado algo que estuviera tan lejos, aunque no sabía a cuánto.... me faltó tiempo al llegar a casa para averiguarlo y gracias a una de las herramientas de "Google Maps" determiné que kilómetro arriba, kilómetro abajo, entre nuestra posición en el mirador y el skyline de Montserrat había la no despreciable distancia de ¡¡¡80 kilómetros!!!.... no está mal.
Y con eso me quedé, con el contraste de la noche en pleno día por culpa de esos nubarrones, y esas cortinas de agua surcando los aires sobre el naranja que el sol adornaba en las cumbres redondeadas del macizo sagrado para los catalanes.
Esta es mi experiencia, mi momento de felicidad que hoy quiero compartir con vosotros, no sólo con la fotografía sino con la puesta en escena y explicación de la misma.
Besos, abrazos y espero que os haya gustado.
Y aquí está la protagonista, hacer click encima de la fotografía y podréis verla a mayor tamaño.
Ger.
Y aquí está la protagonista, hacer click encima de la fotografía y podréis verla a mayor tamaño.
Ger.
ISO 100 145 mm f/ 4,0 1/ 1000 seg. Con trípode |