miércoles, 15 de noviembre de 2017

"Un lugar para morir..."


Morirse no es una elección, es algo a lo que estamos predeterminados desde el mismo instante en que somos concebidos y no tener muy presente esta realidad creo que es lo que en ocasiones nos hace sufrir más de la cuenta e impidiendo que disfrutemos realmente de la vida, del aquí y del ahora.

Dicho esto, nunca es buen momento para morir pero lo que si tengo claro es que hay lugares, donde desaparecer, donde decir adiós a este mundo,  son casi una obra de arte y en los cuales la belleza natural unida a la paz del lugar, y a esa soledad que en ocasiones anhelo y disfruto, hacen de ellos, rincones difícilmente explicable con palabras.

Irlanda me ha cautivado por muchos y diferentes motivos destacando sobremanera la belleza prácticamente virgen e inmaculada de su geografía costera; recorrimos cientos de kilómetros de la costa oeste de Irlanda pero este rincón que os ilustro con la imagen de hoy, fue quizás el que por un cúmulo de circunstancias  me gustó más.

Continuábamos jalonando la ruta de la “Wild Atlantic Way”,  a estas alturas ya en el condado de Claire; el día no había comenzado muy bien climatológicamente hablando, (fue  el peor de los seis,  por la lluvia que nos acompañó durante toda la mañana) y es que tuvimos que cancelar nuestra visita a los acantilados de Moher de lo malo que hacía (como si no tuviéramos bastantes motivos para volver a Irlanda, los dichosos acantilados ahí han quedado…) , sin embargo la tarde comenzaba a dar mejores síntomas y es que al menos no llovía.


La lluvia no me disgusta,  más bien al contrario  pero claro, cuando tienes poco tiempo para conocer un lugar puede ser un condicionante importante; en cualquier caso, Irlanda como mis queridas  Galicia y Normandía, no serían nunca lo que son sin ese goteo incesante que adorna muchos de los días del año.

La carretera, llena de curvas y estrecha, propiciaba no ir demasiado rápido  eso sin contar la belleza del paisaje y que apenas llevaba un día conduciendo por la izquierda (enseguida te aclimatas a ello), y por todo ello queríamos paladear cada kilómetro que avanzábamos, lentamente, muy lentamente. En muchos tramos de la citada ruta litoral, es prácticamente imposible encontrar un arcén o un lugar donde parar un instante así que a la que vi un claro me detuve sin contemplaciones.

Las fotografías se agolpaban en mi cabeza, pero no las que podía hacer desde la cercana carretera secundaria, esas no eran las que yo quería; y así no dudé en traspasar una propiedad vallada que era un enorme pasto donde el ganado vacuno pacía en la más absoluta tranquilidad, yo quería imágenes desde el borde de los abismos y allí se intuían imponentes vistas….

Tras la lluvia de toda la mañana y una hierba que me alcanzaba  las rodillas, llegué a las lindes del terreno vallado con los pantalones mojados y los pies a buen recaudo gracias a la previsión de llevar calzado con "goretex" (imprescindible, da igual la época del año que se vaya a Irlanda). Y allí estaba yo, al borde de un precipicio con unas vistas preciosas y majestuosas; el cielo plomizo dejaba una luz perfecta y suave aunque la ventolera era todo un incordio incluso para el trípode. El contraste entre el verde intenso de la hierba y el gris cielo me resultaba precioso pero lo de los tonos turquesa del agua era ya de nota, la guinda perfecta. Me sorprendió ese color del mar tan intenso, ya no el resto de los que vi en los días sucesivos donde me di cuenta que aquel color era de lo más habitual.

En fin, era una atmósfera preciosa, como de un cuento intemporal y con un escenario ideal para que cualquier desdichado se quitara la vida lanzándose al vacío.

Nunca es buen momento para morir, pero abandonar esta vida contemplando tan sencilla y exuberante belleza no sería un mal final.



En algún lugar del condado de Claire, Irlanda….



Esta imagen, es una fotografía panorámica formada por seis fotos verticales.



Esto es todo, besos y abrazos.
Ger.


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miércoles, 8 de noviembre de 2017

"Enseada do Trece"

Es sin duda uno de mis tramos de costa favoritos de la costa gallega por su casi todavía virginidad, su soledad y lo agreste del lugar.

Quizás la fotografía que hoy os traigo no es la que podría haceros entender que este es posiblemente el lugar de costa más mortal de toda la península ibérica, y es que aquí precisamente nació el topónimo de “Costa da Morte”.

El término no fue acuñado originalmente por los gallegos sino por nuestros vecinos británicos, dados los muchos naufragios de sus barcos que encallaron y fueron victima de la bravura del mar en días de tormenta.

Una de las característica de esta ensenada como puede apreciarse en la fotografía es la cantidad de arena que por el viento que sopla a todas horas, se mueve entre otras cosas para generar esa especie de tobogán gigante que es una lengua de arena de más de 150 metros.


Os dejo con la belleza y la esencia de esta “Costa da Morte” representada de modo magnifico por esta Enseada do trece.


Esto es todo, besos y abrazos.
Ger.


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Pensando en el Amor

E n mi día a día, uno de los momentos en que mi cerebro se evade y en el mismo afloran pensamientos y recuerdos de todo tipo es cuando condu...