lunes, 27 de agosto de 2018

Primeras luces sobre la Ría

Ría de Vigo


Calificar en cualquier ámbito, algo como lo más bonito, lo más espectacular, lo más hermoso, etc… conlleva siempre una importante carga subjetiva y en ocasiones también emocional con lo que la objetividad es prácticamente nula. Es por ello que no voy a entrar en el debate estéril de hablar de la Ría de Vigo como la más bonita de entre todas las rías gallegas, simplemente se queda en una percepción mía y ya está.

De lo que cabe poca duda es que quizás es la que aúna más hechos de relevancia  histórica alrededor de sus aguas. Por citar algunas ahí tenemos la batalla de Rande en ese estrecho donde en un encarnizado enfrentamiento perecieron cientos de vidas y otros muchos galeones se hundieron dejando paso a las leyendas sobre los inmensos tesoros que dentro de los mismos todavía se conservan; ahí tenemos también la citación de la ría viguesa en la célebre novela de Julio Verne 20.000 leguas de viaje submarino  cuando el capitán Nemo se adentra en la misma con su nave; por no hablar al final de la ría donde el río verdugo realiza su desembocadura y en cuyo enclave de Pontesampaio se alza su imponente puente medieval en el cual se libró una célebre batalla que supuso el comienzo del fin de la ocupación de Galicia por las tropas francesas.


En esa imaginaria máquina del tiempo que algún día podría inventarse, poco me interesaría el futuro, me atrae el pasado, y con esta imagen tendría un nuevo motivo para usarla. Como sería  retroceder unos cuantos siglos y ver la fisonomía de esta zona sin la influencia que ahora mismo y desde hace décadas estamos ejerciendo en nuestro ecosistema. Seguro que esos montes tendrían otro aspecto, ausentes de eucaliptos por ejemplo, los poblados actuales serían muchísimo más pequeños y los elementos sobre el agua seguramente se reducirían a alguna diminuta embarcación,  nada de bateas, yates o barcos de gran calado.

Pero esa es la evolución de nuestro entorno con nosotros y nuestros deseos de cambiar muchas cosas para bien nuestro. Esto último sin duda lo pongo en entredicho como tantas veces, ya que pensamos que únicamente vivimos nosotros en este diminuto planeta.

Más allá de todo esto, desde una atalaya privilegiada decidí en estas últimas vacaciones estivales acercarme un día al lugar donde tantísimas veces de niño iba a ver ponerse el sol, pero en esta ocasión fue para disfrutar de las primeras luces.

Arcade, Vilaboa, Pontesampaio, Redondela, Sta Maria de Cobres, Vigo, Domaio, Cangas o Moaña son únicamente algunos de los poblados que viven de cara a esta inmensa lengua de mar que se adentra en el continente y cuyos guardianas son las hermosas Islas cíes.


Esto es todo, besos y abrazos.




Ger.


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