Ría de Vigo |
Calificar en cualquier ámbito, algo como lo más bonito, lo
más espectacular, lo más hermoso, etc… conlleva siempre una importante carga
subjetiva y en ocasiones también emocional con lo que la objetividad es
prácticamente nula. Es por ello que no voy a entrar en el debate estéril de
hablar de la Ría de Vigo como la más bonita de entre todas las rías gallegas,
simplemente se queda en una percepción mía y ya está.
De lo que cabe poca duda es que quizás es la que aúna más
hechos de relevancia histórica alrededor
de sus aguas. Por citar algunas ahí tenemos la batalla de Rande en ese estrecho
donde en un encarnizado enfrentamiento perecieron cientos de vidas y otros
muchos galeones se hundieron dejando paso a las leyendas sobre los inmensos
tesoros que dentro de los mismos todavía se conservan; ahí tenemos también la
citación de la ría viguesa en la célebre novela de Julio Verne “20.000 leguas
de viaje submarino” cuando el capitán
Nemo se adentra en la misma con su nave; por no hablar al final de la ría donde
el río verdugo realiza su desembocadura y en cuyo enclave de Pontesampaio se
alza su imponente puente medieval en el cual se libró una célebre batalla que
supuso el comienzo del fin de la ocupación de Galicia por las tropas francesas.
En esa imaginaria máquina del tiempo que algún día podría
inventarse, poco me interesaría el futuro, me atrae el pasado, y con esta
imagen tendría un nuevo motivo para usarla. Como sería retroceder unos cuantos siglos y ver la
fisonomía de esta zona sin la influencia que ahora mismo y desde hace décadas
estamos ejerciendo en nuestro ecosistema. Seguro que esos montes tendrían otro
aspecto, ausentes de eucaliptos por ejemplo, los poblados actuales serían muchísimo
más pequeños y los elementos sobre el agua seguramente se reducirían a alguna
diminuta embarcación, nada de bateas,
yates o barcos de gran calado.
Pero esa es la evolución de nuestro entorno con nosotros y
nuestros deseos de cambiar muchas cosas para bien nuestro. Esto último sin duda
lo pongo en entredicho como tantas veces, ya que pensamos que únicamente vivimos
nosotros en este diminuto planeta.
Más allá de todo esto, desde una atalaya privilegiada decidí
en estas últimas vacaciones estivales acercarme un día al lugar donde tantísimas
veces de niño iba a ver ponerse el sol, pero en esta ocasión fue para disfrutar
de las primeras luces.
Arcade, Vilaboa, Pontesampaio, Redondela, Sta Maria de
Cobres, Vigo, Domaio, Cangas o Moaña son únicamente algunos de los poblados que
viven de cara a esta inmensa lengua de mar que se adentra en el continente y
cuyos guardianas son las hermosas Islas cíes.
Esto es todo, besos y abrazos.
Ger.
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