miércoles, 11 de mayo de 2011

Etretat, final del viaje, un remanso de paz

Faro de St. Valery en Caux



A las seis de la mañana con el sol todavía por salir pero si ya con cierta claridad empezamos nuestro penúltimo recorrido para llegar al último destino del viaje, Etretat.

Lo cierto es que no pusimos rumbo directo a Etretat sino que lo que queríamos hacer era llegar a Dieppe y desde ahí una vez fuera de autopistas y autovías ir hasta Etretat por carreteras secundarias y paralelas a la costa. Queríamos disfrutar del maravilloso encanto de la campiña, la costa y los pueblitos que jalonan la costa del alabastro. Así pasamos por Fecamp, Sant Valery en caux, Yport entre otros y antes de llegar a Etretat nos desviamos un poquito paa llegar a una diminuta localidad de nombre “Les loges” apenas a siete kilómetros y donde habíamos alquilado para un par de noches una habitación en una preciosa y encantadora casona regentada por un matrimonio con dos niños. Os tengo que hablar de ellos porque sé que nosotros volveremos allí y es un lugar que recomiendo desde luego para cualquiera que quiera visitar la zona.


En nuestro primer desayuno en la casa y a pesar de haber más huéspedes, Carole que así se llama la chica que regenta aquella preciosa casa, estuvimos hablando con ella de nuestra fascinación por Normandía debido a nuestras diferentes inquietudes que tienen que ver con aquella región: acantilados y agrestes costas, pueblos llenos de un encanto especial, faros, y también como no, la multitud de lugares relacionados con la operación más importante de la 2º guerra mundial como fue el desembarco. Le comentamos que esta era ya la quinta vez que nos acercábamos a Etretat y toda aquella zona y que por supuesto habría muchas más porque cuando un lugar te cautiva y te enamora desde el primer momento, como es el caso, tienes siempre la necesidad de vez en cuando, de volver.

La haitación

Carole entonces nos explicó su historia, ella y su marido son del norte de Francia y siete años atrás el marido de ella se quedó sin trabajo. Había pasado un poco antes un fin de semana en Etretat y les gustó aquello por lo que se replantearon dar un cambio a su vida así que se pusieron a buscar casa por la zona, trasladarse y empezar una nueva vida.



De este modo fue compraron una parcela de terreno donde había un caserón del siglo XVII medio derrumbándose y que con mucho esfuerzo y gracias sobre todo a su marido (debe ser un auténtico manitas el hombre) la han restaurado por completo tanto externa como por dentro. El resultado es un lugar realmente lleno de belleza, paz y armonía decorado con muchísimo encanto y que además de ser su vivienda tiene tres habitaciones en alquiler. Nosotros pedimos una de las dos que tienen en la buhardilla y en las que estuvimos maravillosamente a gusto.

Si lo que se quiere es pasar más días y tener cierta libertad y otras comodidades como la de poder cocinar, han habilitados dos pequeñas casitas que también formaban parte del terreno y que pueden alquilarse teniendo estas, cocina propia, aseos y un par de habitaciones. Las cosas les van bastante bien hasta el punto que están ahora enfrascados en la remodelación y restauración de lo que yo creo que debían de ser antiguos establos y están levantándolos para hacer dos casitas más.
Otra vista
Todo esto dentro de una importante extensión de terreno con un bonito jardín y donde uno puede disfrutar incluso de una barbacoa o unas tumbonas en las que tomar el sol, leer, etc.
El trato de Carole, exquisito, además de colmarte de todo tipo de atenciones (era una delicia cada mañana  llegar al comedor y ver aquella mesa puesta con tanto cariño y con tantas cosas ricas para desayunar). El domingo de pascua fue especialmente entretenido el desayuno porque por la mañana los niños de Carole así como otra niña de una familia allí alojada cumplieron con una tradición que no si es Francesa o de más sitios pero que yo sepa en nuestro país esto creo que no es tradición. Por la noche, Carole y su marido se dedicaron a esconder por el jardín huevos de chocolate así como todo tipo de regalitos y por ello mientras nosotros desayunábamos los niños que habían sido despertados por Carole se fueron directamente en pijama al jardín con un gran cesto de mimbre en búsqueda de aquellos pequeños tesoros que habían sido estratégicamente escondidos.
Bueno pues en este enlace esta la casa de Carole y donde podréis poneros en contacto con ella por si alguna vez vais a Normandía.



Después de instalarnos el sábado al mediodía nos dirigimos por fin a Etretat, dejamos el coche en uno de los parkings que hay a las fueras y nos emocionamos nada más salir a la playa, allí estábamos, nuevamente y ante aquel espectacular paisaje dispuesto de manera grandiosa por la naturaleza.La playa de cantos rodados, a la derecha el acantilado de la capilla y a la izquierda el otro, para mí el más bello y más conocido por su famosa “trompa” de elefante. 
Vista desde la habitacón


Mientras Merche se sentó en la playa plácidamente a continuar con la lectura de un libro que había empezado durante el viaje, yo sentía la llamada de aquellos precipicios, de los acantilados y por eso como “alma que lleva el diablo” empecé casi a correr ladera arriba y contracorriente pues la gente estaba ya de vuelta… necesitaba subir allí arriba notar el aire fresco del mar y contemplar el pueblo de tejados negros y la playa desde aquella atalaya insuperable.

  
Una vez saciada esa primera visita a uno de los acantilados, descendí nuevamente a la playa y me dispuse a realizar toda una sesión de fotos al crepúsculo que comenzaba a aquellas horas ya avanzadas de la tarde. En palabras resulta francamente difícil por no decir imposible, transmitir lo que sentía allí y durante aquellos instantes pero lo intentaré simplemente deciros que fue un instante de felicidad plena, por el lugar la compañía y los sonidos del mar y las gaviotas.
     
Vista trasera de la casa


La humedad era considerable por lo que tras ese momento mágico de contemplar como el sol se oculta en el horizonte, fuimos en busca de la calidez de algún lugar donde cenar. La verdad es que el pueblo estaba de lo más animado y casi todas las terrazas y restaurantes del mismo estaban llenos pero logramos entrar en uno donde había una mesita para nosotros.
Fin de un día de ensueño y de vuelta a la casita de Carole para descansar y levantarnos al día siguiente con algunos propósitos “exploradores”. 
Playa en Yport

El domingo nos levantamos y tras el desayuno y la graciosa situación de los peques afanándose en buscar los regalos, que anteriormente os explicaba, nos dirigimos de nuevo a la playa de Etretat. El día anterior había tomado buena nota de los horarios de las mareas importante si vas a visitar determinadas playas que solo pueden pisarse con la marea baja y teniendo mucha precaución pues aquí la fluctuación de las mareas así como la rapidez con la que cambian es muy considerable.
Pretendíamos acceder a una de estas playas pero el ayuntamiento, aunque me fastidiara el plan, con mucho acierto puso una valla para impedir que la gente se deslizara por unas rocas previamente atravesar un túnel creado en la roca. Aquel acceso a la playa era realmente peligroso y corrías serio peligro de hacerte daño por lo que a pesar de haber hecho un intento de aproximación preferí hacerle caso a mi sentido común así como a las indicaciones de Merche y un turista francés que se empeñaba en llamarme “Ricardo”, y no poner en peligro mi integridad física.

Disfrutando y emocionado nuevamente por aquel paisaje...

Retrocedimos sobre nuestros pasos y disfrutamos de lo que la marea baja nos ofrecía pero yo sentía la necesidad de volver a subir a los acantilados así que nos separamos y yo nuevamente volví a trepar donde había ido la tarde anterior. Esta vez no me quedé en el primera parte del acantilado, después de subir a la parte más alta, me dediqué a caminar por lo alto del mismo en dirección al faro, del cual te separan varios kilómetros, de vez en cuando paraba para asomarme y hacer nuevas fotografías y así llegue hasta un punto en el que descubrí un lugar que me permitiría bajar hasta la playa que por la mañana se había presentado imposible, pero era tarde así que esa excursión quedará para la próxima visita a Etretat.
Nos habíamos citado en la playa a las 13:30 por lo que volví sobre mis pasos y entonces volví a disfrutar de otro de esos momentos de éxtasis… mientras caminaba de regreso, escuché un zumbido a lo lejos que iba aproximándose hacia mi poco a poco, de repente levanté la vista y ¡¡¡ Oh Dios mío !!! Aquel zumbido era el de tres paramotores que sobrevolaban los acantilados… imaginarme en la piel de aquellos intrépidos pilotos me fascinaba pero algún día lo haré yo. Este era uno de esos lugares que siempre han estado en mi mente cuando pienso en los sitios donde quiero volar una vez que me saque el título de vuelo en paramotor.
Crepúsculo

Tras el regreso a la playa nos fuimos de Etretat a visitar pequeños pueblitos de los alrededores sin rumbo fijo, simplemente disfrutando de TODO lo que este rincón de Francia ofrece a los sentidos del ser humano que es MUCHÍSIMO. Y tras el periplo vespertino volvimos una vez más a la playa de Etretat para yo poder hacer unas fotos nocturnas de la misma.
Ese fue el broche de oro a diez días fantásticos de vacaciones donde visitamos lugares nuevos, redescubrimos otros y nos deleitamos una vez más con ese rincón de Francia que llevamos en nuestro corazón y que se llama Normandía.
Me ha encantado compartir con vosotros este viaje y si alguien necesita información más concreta del mismo, lugares, recomendaciones, etc… aquí me tenéis.

Besos y hasta la próxima, os dejo con álgunas fotos de ese ultimo día... desde aquí os animo para que alguna vez esto lo vean vuestros propios ojos.

Ger.



St. Valery en Caux

"Maison Henri IV"  (St. Valery en Caux) 

Momento mágico

Una vista de Etretat


Otro de los famosos acantilados

Playa de Etretat

Desde el interior de una cueva


Con la marea baja



El faro de Etretat visto desde un bunker



Fin del día y de un precioso viaje

Una nocturna para finalizar

miércoles, 4 de mayo de 2011

Un poco de Amsterdam


Un trocito de Voldenpark


Tras el día tan intenso y lleno de belleza que habíamos vivido el día anterior, teníamos por delante dos días (jueves y viernes) el primero para pasear y movernos por Ámsterdam y el segundo para salir a ver algunos pueblos de los alrededores.
El jueves nos movimos todo el día por Ámsterdam y la presencia de turistas era realmente insufrible… nosotros que hasta ese día habíamos disfrutado de todos los lugares sin apenas agobios de gente, fue llegar a Ámsterdam y romperse esa relativa paz.
Para empezar, era Semana Santa, el tiempo era buenísimo, la ciudad está con los preparativos y en pleno fervor por las fiestas previas al día de la reina, etc, etc, etc….
Total, que una marabunta de gente, realmente insoportable, al menos para nosotros  que nos gusta deambular por las ciudades sin el agobio de tener que toparse con mucha gente.
Después de callejear un poco durante la mañana, pensamos que con el día tan bonito que hacía podía ser una buena idea ir a hacer un picnic al Voldenpark, lo malo es que como nosotros, también lo pensaron una gran parte de los que se encontraban en la ciudad.
Pues nada, estaba visto que ese día lo de tener un poco de tranquilidad era misión imposible con lo que mejor mentalizarse.
Como todo “hijo de vecino” pusimos una toalla sobre un trocito de hierba a la sombra de un frondoso y enorme árbol mientras a nuestro lado teníamos un grupo de cinco mamás con sus respectivos bebes y en una situación muy especial, allí estaban ellas sentadas en el suelo dándoles de mamar a sus criaturas  mientras ellas hacían también su picnic particular; otros estaban leyendo mientras permanecían sentados apoyando la espalda contra un árbol, había gente gente patinando, otros cantando, etc, etc,


El lugar y el momento eran desde luego, idóneos para llevar a cabo un estudio sociológico por todos los “espécimenes” que por allí pululábamos, cada uno con su historia personal, ja,ja,ja.
Proseguimos por la tarde callejeando por Ámsterdam pero ya sin la frescura de los días precedentes, semejante avalancha de gente minó nuestra energía así como las ganas de seguir en la calle, dicho esto y tras dar un ultimo paseo por el barrio rojo nos fuimos al hotel a descansar y esperar ya la llegada del siguiente día.
El viernes iba a ser nuestro último día de paseos y excursiones por tierras Holandesas y para este día habíamos dejado la visita de una serie de localidades relativamente cercanas.
Nuestro primer destino matutino fue Alkmaar, conocido y famoso por sus subastas públicas de quesos en la principal plaza del pueblo.
Bueno, la plaza en cuestión estaba tomada por una ingente cantidad de personas que además eran mayoritariamente, como nosotros,  turistas; que queréis que os diga lo que allí había tampoco era para tanto, tenías suficiente con estar cinco minutos y ver como por parejas de hombres ataviados con ropa tradicional iban trayendo en una especie de “hamacas” varios quesos que depositaban en el medio de aquella plaza y que entonces eran examinandos por los posibles compradores y por los cuales pujaban estos mayoristas de queso.
Eso es todo lo que hay que ver, y lógicamente como es habitual la afluencia de turistas y curiosos a este evento, también para hay pequeños puestos en los alrededores donde es posible comprar diferente tipos de quesos.
Había sido hasta ese día la experiencia más “tipical tourist” de todo el viaje…. Abandonamos Alkmaar y pusimos rumbo a Volendam pasando antes por la pequeña localidad de Edam.
Volendam…. realmente decepcionante; la verdad es que no entiendo (o si) como puede ser un lugar tan turístico y estar recomendado en todas las guías. Os lo resumiré en pocas palabras, imaginaros cualquier pueblito marinero con “cierto” encanto de nuestra costa o de la de cualquier puerto Francés o italiano. Pues eso es Volendam; quiero pensar que al vivir un poco de espaldas al mar los holandeses, ya que del mismo están separados por kilométricos diques que de manera ingeniosa y extraordinaria han levantado para ganarle la batalla al mar, cuando tienen algún pueblo como en este caso que tiene algo de mar, encuentran en ello un rincón con cierto encanto. Das un pequeño paseo y lo único que encuentras son tiendas con regalos para los turistas, en fin todo muy “prefabricado”.
Edam apenas a cinco o seis kilómetros  es mucho más modesto que Volendam y lógicamente menos turístico pero nos gustó muchísimo más. No había ni la ingente cantidad de personas ni tampoco ese aspecto de pueblo prefabricado para el turismo.
Lo más hermoso de ese día fue ver ya camino de Ámsterdam, pequeñas urbanizaciones, modestas pero con muchisimo encanto, donde las casitas con su jardín se disponen unas al lado de las otras casi como si estuvieran pareadas y donde la fachada da a pequeñas avenidas sin apenas tránsito de vehículos ya que la gente va o caminando o en bicicleta, y la parte trasera de estas casitas dan a diferentes canales por lo que en muchas de ellas es fácil encontrar mini-embarcaderos donde sus propietarios tienen alguna barquita pequeña.
Nos recogimos pronto pues al día siguiente queríamos madrugar para hacer los más de 600 kilómetros que nos separaban entre Ámsterdam y nuestro querido Etretat en la alta Normandía pero  eso os lo contaré en la última crónica que me queda por explicaros.
Mientras aquí os dejo apenas un puñadito de imágenes de este día que todo hay que decirlo, no fue muy fructífero fotográficamente hablando.
Un abrazo.

Ger.


Un pequeño canal en Alkmaar

Esculturas de reptiles en una acera de Amsterdam

Gente y más gente en Voldenpark

Pensando en el Amor

E n mi día a día, uno de los momentos en que mi cerebro se evade y en el mismo afloran pensamientos y recuerdos de todo tipo es cuando condu...