He ido varias veces a Venecia, y las que espero volver…. la conozco
en todas sus estaciones y el gentío es siempre, sobre todo en verano, una
constante quiera uno o no toparse con muchedumbres.
Y claro, con esta afición mía de la fotografía, sí quería
imágenes con poca o ninguna gente, solo me quedaba una. Efectivamente madrugar, bueno pasaré de puntillas sobre este
tema pero tengo varios “máster” en la materia… jajajaja.
Y así fue como el verano pasado hice algo por primera vez en
la ciudad de los canales, pisar sus callejuelas puentes y lugares mágicos
cuando el sol todavía no había hecho acto de presencia. Las sensaciones
imaginároslas, a las 6 de la mañana te
encuentras con pocas, con muy pocas personas deambulando por esas callecitas, diminutas
estrechas, por Rialto o incluso en la mismísima plaza de San Marcos. En esta
última apenas éramos tres o cuatro conmigo a esas horas, y ¿sabéis que hacían?
Siiii, lo mismo que yo, sacar fotos; unos con trípode y cámaras de cierto
calado, otras con una simple cámara compacta pero en todos los casos
disfrutábamos de esas tranquilidad que apenas duró una media hora y a partir de
las 8 empezó a romperse con el primer grupo importante de turistas en SanMarcos, ¿a que no sabéis quienes eran? Si, japoneses como no.
Y ese día como todos los de aquel verano pasado, al igual que
lo que llevamos de este (al menos en el Mediterráneo) el sol apretaba de lo
lindo y así se percibía ya de buenísima mañana.
Aquí estaba, al borde de San Marcos y encarado hacía uno de
los embarcaderos más grande de góndolas y con parada también del vaporeto.
Apenas eras las 6:39 de la mañana y el sol ya hacía un rato que lucía dando
muestras del azote que sería en las próximas horas… y lo cumplió, ya lo creo
que cumplió con los presagios.
Esta era la luz que me encontré en ese hermoso lugar a y
esas horas tan intempestivas para mucha gente.
Besos y abrazos.
Ger.
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