La de hoy va a ser una entrada un poco más larga de lo
habitual, o eso intuyo mientras empiezo a escribir, y es que transmitir en un
texto emociones puede ser un poco difícil y yo quiero intentarlo.
Hace unos días ya expliqué que estaba preparando un
escrito en el que hablaría de "la emoción de tiempo", pero si no lo
desarrollo será complicado que alguien que lea este título, pueda entender el
porqué del mismo. Soy yo muy dado a dejar volar mi imaginación en muchas
ocasiones, pero otras veces, uno tan solo tiene que cerrar los ojos y dejarse
llevar, el resultado puede ser increíble, vamos a por ello.
El último sábado del pasado mes de noviembre de 2.022,
teníamos una de esas muchas salidas que realizamos en ocasiones, para conocer
pueblos, montañas, bosques o cualquiera de las muchas cosas que suscitan
nuestro interés. Ese día íbamos a adentrarnos en la comarca de la Noguera en la
Cataluña de interior, y como siempre que
vamos a alguna zona desconocida, buscamos la mayor información posible sobre
aspectos y cuestiones que pueden resultar interesantes.
Mientras realizaba esta búsqueda de lugares donde
recrear el día, aparecieron en el mapa, dos reductos que nada más verlos, pensé
que irremediablemente tendríamos que ir allí, si o si. Sólo ya de pensar lo que
nos íbamos a encontrar, me emocioné como un niño, y os pongo en contexto. En la actualidad nos encontramos viviendo en el año
dos mil y pico de nuestra “era cristiana” y que puede considerarse un tiempo
más que considerable; sin embargo, resulta insignificante si os digo que aquel
sábado nosotros íbamos a “retroceder” aproximadamente, 65 millones de
años; ahí es nada.
Estamos hablando de un tiempo y de una época en la que
nosotros, el ser humano, todavía no existía, con lo que el simple hecho de
imaginarlo ya me parece una pasada. Explico todo esto para poner en
contexto la situación de aquella tarde, y es que lo que había visto unos días
antes mientras buscaba información de lugares de interés por la zona, descubrí
que era posible visitar algunas de las huellas fosilizadas de los que
fueron algunos de los últimos dinosaurios de Europa.
La verdad es que no sabía muy bien que me iba a
encontrar, pero entre los muchos pensamientos que rondaban por mi cabeza estaba
el de que seguramente esas pisadas en sí mismas ya me iban a
impresionar. Y mientras, me impresionaba a mi mismo pensando en la cantidad de catástrofes,
guerras, batallas, etc, a las que esos fósiles sobrevivieron. Aquellos grandes
pobladores de la tierra no llegaron a convivir con nosotros, y es que los
dinosaurios perecieron antes de que alguno de nuestros antepasados empezara a
poblar el planeta.
Después de muchos kilómetros llegamos a una explanada
y lo cierto es que en ocasiones no estás
del todo preparado para imaginarte que es lo que vas a presenciar. Aparece
entonces ante ti aquel suelo de gran dureza donde hay oquedades de formas más
bien circulares y con dos tamaños bien diferenciados; las circunferencias
pequeñas tienen aproximadamente la mitad de diámetro que las grandes. Aquello tenía una explicación, las más grandes
corresponderían a las huellas de las extremidades traseras y las pequeñas a las
de delante. Y ahí me quedé yo, absorto intentando imaginarme lo increíble que
resultaba estar ahí, dentro y sobre esas pisadas de tan enormes animales. Hoy en día los documentales, las películas, etc. nos
recrean como debieron ser aquellos animales, los primeros de gran tamaño que
poblaron nuestro planeta. Por lo demás, estando ahí, bajo una luz en algunos
momentos cálida gracias a los rayos de un sol a punto de desaparecer, yo me preguntaba de qué modo podía trasladar
a las fotografías, el tamaño, la profundidad, etc, de aquellas huellas para
haceros partícipes y así tire de lo que tenía más a mano, el móvil y mi pareja.
El resultado ha sido esta selección en la que una de las
fotografías es una panorámica de esas montañas bajo la dorada luz del
crepúsculo y vista desde el lugar donde se encuentran esas huellas.
No hace falta que te gusten ese mundo de los
dinosaurios, simplemente intenta situarte en un lugar con tanta y tanta
historia y que en un momento dado tu estés ahí, casi setenta millones de años te contemplan... no está nada mal ¿verdad?
Ger.
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