Me dice una buena amiga (de
costumbres noctámbulas ella) que para que madrugo y me afano es fotografiar
amaneceres si los crepúsculos también pueden ofrecer colores igual de hermosos.
Parte de razón tiene pero hay
matizaciones que sin lugar a dudas considero importantes y me reafirman en mis
hábitos matutinos, veamos.
Creo que no hay mejor opción para fotografíar un buen amanecer
así como una puesta de sol, que aquellos lugares que se encuentran en torno al mar y sin otra barrera natural que se interponga para la aparición, en muchos casos, de esos reflejos en tonos rojos, naranjas y amarillentos que vemos muchas veces en el firmamento.
En Galicia donde el sol se
acuesta detrás del Atlántico, los crepúsculos tienen una belleza extraordinaria, sin embargo los amaneceres difícilmente suelen ser tan hermosos como los que se
producen en toda la "costa Este" de la península ibérica, donde el astro rey se
alza poco a poco sobre el “marenostrum”.
He aquí la principal razón de mis madrugones, pero hay una segunda razón que inclina mi elección por los
amaneceres en lugar de las puestas de sol; por la tarde el bullicio, la gente,
la vida ya lleva horas “contaminándolo” todo, sin embargo a primera hora de la
mañana el silencio es un compañero de aventuras impagable y te muestra el mundo
casi como en nuestros orígenes.
Y para ejemplo esta toma de la
bellísima Toledo cuando acababa de despuntar el sol. Momento único al tener
tanta historia y semejante belleza a mis pies. Simplemente extraordinaria la
ciudad en esta “hora dorada”.
Besos y abrazos.
Ger.
-Haz “click” sobre la imagen y podrás verla a tamaño completo.
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