lunes, 18 de septiembre de 2023

El vértigo o no, de un acantilado

Hoy os voy a plantear una pregunta, ¿Conocéis París? Supongo que entre todos los que me seguís habrá algunos que sí y otros que no, pero cambiaré un poco el planteamiento. ¿Has visto alguna vez la Torre Eiffel? Supongo que la respuesta a esto es que sí, ya sea por haber pisado la capital francesa o bien por haber visto dicha torre en la televisión, cine o alguna fotografía.

Bueno, no es que hoy vaya a compartir una imagen de esta icónica construcción parisina, es simplemente para recordar que la mencionada estructura metálica mide algo más de 300 metros de altura; pues bien, el acantilado más alto que existe en España y también en la Europa continental tiene una altura equivalente a dos torres Eiffel colocadas una sobre la otra. Estamos hablando de 615 metros de altura respecto al mar, y cuando presento espacios abiertos donde en ocasiones no hay una referencia para poder comparar el tamaño de algo  me gusta poner ejemplos para ilustrarlo mejor.

 

Sí se agranda un poco la imagen es posible observar, o al menos medio intuir, la caseta de vigilancia construida en 1805 y que corona el impresionante acantilado.

 

No siempre es fácil conseguir tener estas vistas del acantilado ya que las condiciones meteorológicas suelen ser adversas muchos días del año y cuando no son las borrascas son las nieblas las que apenas dejan observar la grandilocuencia de semejante paisaje. Lo cierto es que la mañana de aquel 22 de julio pasado llegué con un cielo encapotado que me hizo pensar que no podría disfrutar de la espectaculares vistas pero a lo largo de la mañana las nubes más bajas se fueron disipando y de este modo, una vez más, me fue posible contemplar este impresionante plano inclinado sobre la costa de la cercana localidad de Cariño.


Ger.

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Atardeceres inolvidables

Tal y como había planificado en mi ruta, llegué a la localidad de Camariñas a media tarde y me fui directo al hostal donde había reservado habitación para pasar la noche. Tras instalarme y hablar en un tono muy distendido con el propietario, un hombre que había hecho de todo en la vida y tenía mundo a sus espaldas por haber estado embarcado durante muchos años.

Ese día mi cena iba a ser muy simple así que le pedí recomendación al hombre para saber donde debía ir en el pueblo a que me hicieran un buen bocadillo, y así con el mismo y un poco de agua tendría más que suficiente para saciar el hambre, sin embargo aquella tarde-noche yo necesitaba saciar la mirada, mis sentidos en general e incluso diría que el alma.

De todas las veces que he ido a visitar "mi faro", nunca lo había hecho durante una puesta de sol y era algo que me apetecía muchísimo. El faro, que se alza majestuoso desde finales del siglo XIX sobre el cabo, de nombre Villano o Vilan, está y estará siempre unido a mi persona de un modo diría que bastante sentimental, y muchos ya conocen de primera mano ese motivo.

 

Primero me acerqué a la base del mismo, donde se encuentran las instalaciones de la sala de máquinas y donde hoy en día existe un pequeño museo, y de ese modo una vez más le rendí pleitesía, luego me alejé para buscar una ubicación desde la cual poder disfrutar de la inmensidad del Atlántico y de cómo el sol acabaría languideciendo por el horizonte.

Estaba solo, y casi de un modo anormal con una ausencia prácticamente total de sonido alguno ya que no había viento ni tampoco pájaro alguno que llenara con su cántico los alrededores del lugar.

Y así aproveché aquellos instantes para deleitarme con algunos nocturnos de Chopin; yo siempre digo que toda belleza suma y en este caso la música unida al espectáculo visual componía uno de esos momentos que tenemos, y/o que debemos buscar siempre de felicidad absoluta. Algo tan sencillo y al mismo tiempo tan banal como sentarse a ver una puesta de sol mientras comes un bocadillo se puede poner a la altura de asistir a un concierto o disfrutar de una exposición de cuadros entre muchos ejemplos de instantes memorables.

 

Y así me quedé hasta que oscureció por completo, con esa satisfacción de haber sido espectador, una vez más, de uno de esos regalos que el día a día y la vida nos ofrecen.

Aquí os dejo un instante de aquel maravilloso atardecer en las inmediaciones del FARO.


Ger.

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Diana dispara

En este 13 de septiembre en lugar de una fotografía os comparto dos para que así pueda visualizarse mucho mejor la historia que quiero contar. Sí eres o vives en Madrid esto puede interesarte, aunque los forasteros también pueden tomar nota por si en alguna ocasión visitan la capital; de igual modo puede interesarle a los aficionados a la mitología que  encontrarán en esta historia un motivo quizás para ir en busca de este lugar.

 

Para aquellos sorprendidos por desconocer esta historia, quiero "tranquilizarlos",  esta obra apenas tiene seis años y la misma se debe a la artista multidisciplinar, Natividad Jiménez quien realizó la escultura por un encargo del hotel sobre el que se alza esta escultura de unos 5 metros de altura y casi una tonelada de peso; la "segunda" parte de la obra, imagino que habrá requerido de algún permiso o licencia municipal para que fuese posible realizarla en una de las aceras de la céntrica y famosísima Gran Vía.

 

Y la historia es la siguiente (de vez en cuando debemos alzar la vista):

En el número 31 de la mencionada Gran Vía madrileña se encuentra el hotel Hyatt y en lo alto del mismo existe una escultura dorada de Diana, la diosa de la caza y la misma se encuentra secundada por cinco perros de idéntico color. A Diana se la puede observar disparando flechas con su arco, contra el Ave Fénix que corona el edificio de enfrente, el número 32, y que acoge en su interior una conocida tienda de ropa. Pues bien, Diana con esas flechas intenta acabar con la vida del mencionado Ave Fénix que apareció para secuestrar a su amado Endimión, un joven pastor que no es del agrado de Zeus, padre de Diana y que fue él quien envió al Ave.

Hasta aquí la bonita historia de amor pero lo que trasciende en este caso, y de ahí mi segunda fotografía, es que de todas esas flechas que Diana dispara, dos de ellas no alcanzan su objetivo y "caen" en la acera de la Gran Vía donde precisamente se encuentran las huellas de la mismas frente a ese número 32.

 

Ahora ya lo sabes, cuando pases por el centro de Madrid ojito con las flechas, no se trata de Apaches, es Diana furiosa la que dispara desde lo alto.


Ger.

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domingo, 3 de septiembre de 2023

De vuelta

 Hola, estrenamos mes en este final de semana y precisamente hoy comienza una "nueva temporada" de imágenes.

Hacía más de mes y medio que no publicaba nada pero ha sido premeditado, para descansar yo y también para que los que me siguen descansaran y no me tuvieran tan presente.

Durante esta ausencia he disfrutado de tres semanas de vacaciones en las que me he dado el gusto de hacer más de 8.500 km con mi coche por carreteras nacionales, francesas y sobre italianas. 

Lejos de que alguno piense que todo ese rodaje ha sido agotador y pesado he de decir que ese deambular nómada me encanta, nos encanta (a la socia también) y desde luego si algún día llego a poder contemplar y disfrutar de eso llamado jubilación creo que dedicaría el tiempo que me brindara la vida precisamente a eso, a moverme, a conocer lugares nuevos,  a rememorar otros y a reencontrarme con personas queridas mientras también descubro y hago nuevas amistades.

 

Como me gusta exprimir al máximo mí tiempo libre, el que había sido el último día de trabajo en el mes de Julio, concretamente el viernes 21, fue también el primero de esas movidas vacaciones y así aproveché para ponerme en marcha rumbo a Galicia tras la jornada laboral.

Antes de llegar a la “tierra meiga” tenía previstas dos paradas, la  primera obedecía a mi capricho de plasmar un atardecer en uno de esos bellos pueblos de la costa cántabra. Me estoy refiriendo a San Vicente de la Barquera, un lugar que me trae recuerdos de mi familia santanderina y por lo tanto era una parada con cierto aire sentimental. La parada iba a ser, y fue, corta; llegué con luz y tras encontrar aparcamiento cerca de la localización que tenía en mente para hacer la fotografía, sólo fue cuestión de esperar el mejor momento para retratar el comienzo de la penumbra y esos reflejos en el mar de las farolas del paseo de San Vicente; tras el “retrato marinero” me quedé a cenar allí mismo y a continuación retomé la ruta ahora ya hacia tierras asturianas.

 

Estoy de vuelta.


Ger.

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Pensando en el Amor

E n mi día a día, uno de los momentos en que mi cerebro se evade y en el mismo afloran pensamientos y recuerdos de todo tipo es cuando condu...