Quizás para aquellos que no residan en Barcelona o no contemplen con atención y asiduidad el templo de la Sagrada Familia es posible que quizás les parezca que siempre está igual. Nada más lejos de la realidad, yo que la contemplo cada día al regresar a casa del trabajo, aunque sea a unos cuantos kilómetros, enseguida me percato por la disposición de las grúas, por donde van en cada momento, los "tiros".
La pandemia pasó factura a la humanidad y también lo hizo a esta faraónica obra que debió parar sus obras así como cerrar sus puertas a los visitantes; de no ser así, había una clara intención de que el templo estuviera finalizado para 2026 para así hacer coincidir dicha fecha con el centenario del fallecimiento de Gaudí.
Me temo que tendremos que esperar un poquito más, pero en cualquier caso, pasear con calma por las inmediaciones y recrear la vista con lo ya construido te hace pensar en la privilegiada cabeza e imaginación del arquitecto de Riudoms.
Este pasado primero de Mayo hicimos como muchas otras veces, una ruta a pie por la ciudad, para descubrir o volver a ver nuevamente rincones y edificios que son de nuestro gusto. Ese día nos habíamos marcado una caminata para observar algunas casas modernistas y acabamos la misma, en las cercanías de nuestra protagonista de hoy, la Sagrada Familia.
El cielo estaba tomando ciertos tintes rosáceos así que decidí esperar para que la imagen del bello edificio resaltara entre esas tonalidades pastel que los postreros rayos de sol dejaban en nubes y cielo.
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