Y la encontré, aunque la misma es mejorable (tengo que seguir explorando la zona); de este modo al día siguiente sábado madrugué como un día normal de trabajo y a las 5:30 de la mañana ya estaba yo en danza con mis bártulos. La hora prevista de salida del sol no se iba a producir hasta bien pasadas las siete de la mañana pero no me gustan las prisas, y prefiero llegar a los lugares con suficiente antelación por posibles contratiempos. Cuando llegué con el coche al lugar donde el día anterior vi que era un buen lugar para aparcar todavía era de noche, pero el cielo ya dejaba ver que poco a poco la luz lo inundaría todo por lo que agarré el trípode y la mochila para cubrir en unos quince minutos la distancia que caminando me separaba de mi nueva atalaya.
A esas horas no me topé con nadie y eso es uno de los motivos principales por los que me gustan los madrugones y los amaneceres, es como si me pertenecieran solamente a mí. La falta de presencia humana estaba sin embargo compensada por pequeñas criaturas que a esas horas todavía se movían antes de que el sol y el calor tomaran fuerza. Así me crucé con un pequeño sapo y sobre todo con una gran cantidad de murciélagos que me sobrevolaron durante gran parte de la sesión.
De este modo y ya con la posición tomada apareció él y lo hizo sobrevolando uno de los iconos del skyline de Barcelona y su área metropolitana, las tres chimeneas de la antigua central térmica de Sant Adrià del Besós.
Feliz lunes y semana con este tímido sol que tardaría poco en desperezarse para brillar con fuerza.
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