Seguro que a muchos os suena o habéis visto, alguna estatua o monumento dedicado al "soldado desconocido"; esas edificaciones tratan de honrar de algún modo, la muerte de aquellos militares que fallecieron en tiempo de guerra y que no pudieron ser identificados.
La imagen que hoy os traigo podría ser algo similar a esto que os estoy contando pero hay un par de diferencias muy significativas, primero que no me voy a referir a ningún soldado y en segundo lugar no se trata de ningún desconocido sino de alguien con nombre y apellidos.
Es una costumbre muy común en las costas de todo el mundo y también en las gallegas (las que más conozco) que se alcen también monumentos, y sobre todo cruces, en recuerdo de aquellos que encontraron la muerte en el mar o sus aledaños.
Jesús María Grela Touriñan era un joven de 32 años asiduo pescador de caña en uno de los trozos más hermosos y al mismo tiempo "mortales", de la costa coruñesa; aquel treinta de mayo de 2004 Jesús, como en tantas ocasiones, fue al encuentro de peces, de la brisa y de ese océano Atlántico con los que tantas veces flirteó. Sin embargo en esta ocasión el mar cobró su peaje y zarandeó la vida de un pueblo pero sobre todo de una familia a la que dejó sin marido y sin padre.
Esta es la cruz, a modo de recuerdo tanto de amigos como familia, y que se alza sobre las rocas cerca de la localidad de Camariñas y donde al fondo puede verse el faro de Cabo Vilan.
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