Y se nos fue julio, bueno queda el día de hoy pero como suele decirse, ya está finiquitado. Para mí esto es sinónimo de encontrarnos con la mitad del verano resuelto. Sé que no es cierto ni real, pero el verano yo lo condenso en estos dos meses, julio y agosto. y este fin de semana seguro que habrá bastante movimiento en todas partes, algunos regresarán de sus vacaciones y otros (la gran mayoría) las empezarán.
La fotografía de hoy tiene que ver con mi poco cariño hacia el sol y el calor, pero que cuando quieres retratar determinadas escenas, sobre todo en el campo, no queda más remedio que salir de casa.
El mundo y su población tiene tres cereales sobre los que sustenta su alimentación desde hace miles de años, hablo del trigo, el maíz y el arroz. Quizás por donde he nacido y vivido durante mi infancia y juventud, lo que he tenido más cerca son los campos de maíz, sin embargo y bajo mi criterio personal, es el cultivo menos atractivo visualmente hablando, prefiero las plantaciones de arroz o los campos de trigo.
Este último pasa por dos fases bien diferenciadas, la primera es la que me resulta más atractiva y es allá por los meses de abril y mayo cuando el tallo así como la espiga son de un verde precioso, y que muchas veces recibe la "salpicadura" de alguna que otra amapola que se encarga de poner la nota de color en ese verde uniforme. Pero a medida que pasan los días y semanas el trigo empieza a adquirir su color más característico con esos amarillos y dorados que indican que pronto se cosechará.
Esta es la estampa fotografiada en un trigal de la comarca catalana del Ampurdán, esas espigas doradas en primer plano y de fondo la silueta del pueblo de Pals.
Buena cosecha y feliz jueves.
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