Hace apenas unos días, con toda la alevosía y premeditación
que puede tenerse, me fui a pasar un fin de semana al Valle de Arán, el
objetivo lo tenía claro, empaparme del otoño en la alta montaña. Y ya lo creo
que me empapé, todo allí era un frenesí de color, de tonos, de una gama de
verdes, amarillos, rojos, naranjas y marrones que no se acababa y que sería el
sueño de cualquier pintor para tenerlos en su paleta.
Hice bastantes fotos pero finalmente siempre hay que hacer
una criba y tras dicha selección me
quedaría con apenas un puñado de ellas cada una por un motivo diferente y ya sí
tengo que afinar mucho más, la que aquí os dejo es mi favorita.
Además de ese colorido suave, su visión me transmite
tranquilidad, sosiego y al mismo tiempo evoca en mi mente muchas escenas
paisajísticas que desde niño he visto en libros y lienzos colgados en casas
donde los mismos cumplían su trivial función de dar un “toque” diferente a un
salón o una sala de estar.
Aquí está la imagen,
el título es obvio creo, espero que os guste este mosaico de colores que de
cuando en cuando nos regala la naturaleza.
Pinchar sobre la imagen y podréis verla más grande.
Besos y abrazos.
Ger.
ISO 100 70 mm f/ 2,8 1/ 320 seg. Sin trípode |
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