La música para seguir y leer lo que viene a continuación podéis escucharla pinchando
aquí.
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Aquí estoy entre San Alfredo y mi amigo Oscar |
Hay un bellísimo tango que en su letra dice en un momento dado: "que veinte años no es nada, que febril la mirada....". Y sin embargo, yo creo que sí, que dos décadas es mucho tiempo, ya lo creo, y ya no digamos cuando uno echa la vista atrás y recuerda cosas como las que ahora os voy a contar.
Hoy 10 de Septiembre se cumplen dieciséis años de la desaparición de uno de mis tres ídolos vitalicios, el insigne tenor Alfredo Kraus; quiero por ello en este día hacerle un guiño y una breve reseña, a raíz de mi segundo encuentro con él y del que en breves semanas se cumplirán ¡¡20 años!!.
Nos encontramos en la primavera de 1995, habían pasado ya tres años de mi primera y única ocasión, hasta esa fecha, en la que había podido ver y escuchar en directo, al más grande. En aquellos días, semanas previas a la entrada del verano, leo un día en un medio de prensa escrita que Alfredo Kraus actuará en la temporada operística del Teatro sevillano de la
Maestranza y lo haría con uno de sus dos grandes roles por excelencia, el Werther de Massenet. Ante tal noticia me pongo ya a urdir de que manera puedo asistir a una de aquellas tres representaciones que iban a tener lugar; hay que tener en cuenta que en aquellos mediados de los noventa, internet no era ni por asomo nada de lo que ahora conocemos, no había redes sociales y eran todavía muy pocos los lugares que contaban con página web propia e inclusive los sitios donde había posibilidad de adquirir y comprar cosas mediante comercio electrónico. Con estas premisas, mi decisión fue llamar por teléfono al teatro e intentar adquirir una localidad mediante una reserva que pagaría en el momento de la recogida o bien mediante alguna transferencia bancaria u otra modalidad de pago. La primera en la cara, me dicen desde el teatro que no se realizan reservas de localidades fuera de la provincia y que lo sentían mucho. Bueno, bueno, bueno mi indignación fue mayúscula ya que el Teatro de la Maestranza como muchos otros de nuestra geografía, recibía subvenciones del ministerio de cultura el cual obviamente se alimentaba de los impuestos que todos los ciudadanos religiosamente pagamos, ya sean andaluces, gallegos o catalanes.
Se dice que los aragoneses tienen fama de tozudos lo cual no sé hasta qué punto es cierto o simplemente se trata de uno de tantos tópicos que existen sobre los oriundos de las diferentes regiones españolas; tozudos o no, este gallego también lo es como el que más, y de lo que no voy falto es de perseverancia y paciencia cuando se le mete algo entre ceja y ceja, y por este motivo me dediqué a mover Roma con Santiago para poder ver a mi ídolo ya que había rumores que apuntaban a que cualquier día de aquellos años, Alfredo se "plantaría" y daría por finalizada esa extraordinaria carrera artística que ya duraba cuatro décadas; ante esto y por supuesto con la posibilidad de verlo en su personaje por excelencia, la cosa no era para rendirse y bajar los brazos.
El primer paso fue escribir una carta a la ministra de cultura por aquel entonces, la socialista Carmen Alborch, yo no esperaba que aquella epístola fuera a solventar mi problema para adquirir una localidad del espectáculo que nos ocupa pero sí que me sirviera, al menos, de pequeña "pataleta" contra el Teatro y su negativa a vender entradas a los "no sevillanos".
Como era de esperar, desde el ministerio no tuve la más mínima respuesta ni atisbo de que fueran a dármela; no tuve ningún tipo de contestación, que ya no digo justificación, de toda una ministra, pero esperaba que al menos me dieran alguna contestación por educación y cortesía, pero claro cuando uno tiene 26 años todavía cree en el "ratoncito pérez" y que desde todo un ministerio te contesten, a una simple carta, y más teniendo en cuenta que la misma contenía una queja.
Bueno, la cosa no pintaba bien pero era demasiado pronto para tirar la toalla con lo que el siguiente paso fue establecer una táctica de acoso y derribo; empecé a llamar al teatro día si día no, y tal fue mi perseverancia que acabé haciéndome "amigo" de una dulce, encantadora y graciosa operadora telefónica de la centralita del teatro en cuestión y que filtraba las llamadas, tenía un nombre precioso, Livia.
Mis llamadas iban encaminadas a poder hablar con alguien de cierto peso en el teatro y pedir, solicitar, suplicar.... una entrada para aquel Werther.
Como yo no cejaba en mi empeño de poner a parir a los responsables de cultura, más incluso tras haber pasado olímpicamente de mí, me dirigí a un medio radiofónico y concretamente me puse en contacto con la emisora donde trabajaba la periodista Julia Otero para denunciar ese tipo de funcionamiento en organismos que supuestamente están para, entre otras cosas, “velar” porque todos los ciudadanos tengan acceso a cualquier manifestación cultural sin discriminación de ninguna clase. Desde la redacción de la emisora me comentaron que lo sentían pero que no podían incluir entre sus contenidos una intervención para hablar de este tema.... digamos que se limitaron a ser políticamente correctos.
Seguía sin avanzar en ninguno de los frentes que había abierto…
Como cabía la posibilidad de que me fallara la opción de la venta a distancia, me quedaba la opción, eso sí, más gravosa para mis intereses económicos ya que siempre podía personarme en Sevilla el día de antes de ponerse a la venta las localidades y hacer durante la noche cola para conseguir una, y luego regresar a Galicia en el mismo día o al día siguiente hasta que pasaran las semanas y volviera nuevamente a realizar de nuevo ese viaje en esta ocasión para asistir ya la representación; lo que pasa es que aquello me iba a salir por un pico, pedir vacaciones en el trabajo, irme a Sevilla comprar la entrada, volverme a Vigo y todo ello para unos meses después volver desplazarme a la capital andaluza, ¡¡uffff!!, iba a ser que no.
Yo entonces trabajaba en una empresa de servicios informáticos y una compañera (toda una adelantada a su tiempo) me puso sobre la pista de lo que más tarde serían los "foros" tal y como hoy en día los conocemos en Internet; era un sistema algo más arcaico y donde entre otras cosas podían ponerse anuncios visibles a mucha gente y eso me dio una idea, la de poner un anuncio en aquellos primitivos foros, dirigido a cualquiera de Sevilla o alrededores, y que estuviera dispuesto a hacer la cola por mi; yo me comprometía a pagar la entrada por supuesto, pero además a darle una propina por hacerme la gestión, del mismo importe que me costaba la entrada y que en aquella ocasión la misma subía a 5.000 de las antiguas pesetas. Así pues me iba a gastar 10.000 ptas. de hace un par de décadas, para ver a mi ídolo (las daba por bien empleadas).
El anuncio quedó puesto y mientras yo seguía acosando al personal de la Maestranza que a su vez me iba dando "largas" hasta que un día.....
Un día me pasaron con el responsable de taquillas, el cual todo hay que decirlo, resultó ser un hombre de lo más encantador; le expliqué mi "necesidad" de asistir a dicha representación y después de aguantar estoicamente todo mi "rollo”, el hombre me comentó que lo único que yo podía hacer al respecto y él me sugería que lo llevase adelante, era escribir una carta a la dirección del Teatro y expusiera mis motivos para querer comprar una localidad. Menuda cosa me dijo el bueno de José Mateos, con lo que a un servidor le gusta escribir. Claro que hice la carta, ya lo creo, y más lacrimógena no pudo ser, parecía un guión de uno de aquellos melodramas hollywoodienses de los años treinta y cuarenta.
Remití mi carta-testamento al teatro y ahora sólo quedaba esperar; mientras, como no, y dada nuestra relativa confianza, seguía de vez en cuando llamando a Livia para preguntar si sabía algo de mi escrito.
De mi anuncio cibernético no tenía noticia alguna y ya empezaba a impacientarme con lo que le dije a mi compañera que teníamos que subir la recompensa, la iba a doblar, y en lugar de 5.000 ptas., daría 10.000 a quién me hiciera la cola y me consiguiera una localidad. Al cabo de unos días, la tozudez y supongo que los dos mil duros, dieron su triunfo, y así un joven que respondía al nombre de Oscar se ofreció para quedar de noche en esa supuesta cola y comprarme la entrada. Nos pusimos en contacto telefónicamente y concretamos todos los detalles, me sentía enormemente feliz y aliviado, parecía que aquello iba a tener un final feliz.
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Fotografía de aquel recital en Bilbao (1984) |
Con la relajación que supuso saber que alguien iba a estar "allí" para ayudarme en mi cometido, casi me olvidé de todo lo demás. Y así de este modo, un par de semanas después de mi encuentro con aquel gentil sevillano, me encontraba en mi lugar de trabajo y a media mañana nuestra secretaria me llama por línea interna y me dice que me va a pasar una llamada del Teatro de la Maestranza,.... -a todo esto tengo que decir que todos mis compañeros estaban al tanto y casi era partícipes de mis aventuras Quijotescas por el mundo de la farándula-.
Les dije por señas que me llamaban de Sevilla, casi al unísono todos dejaron los teclados y como conteniendo la respiración prestaron atención a mi conversación. Al otro lado del hilo telefónico se identificó el responsable de taquillas del teatro Sevillano, el susodicho Pepe Mateos y me dijo con aquel acento andaluz inequívoco: "Hola Gerardo, me ha dicho la dirección del teatro que me ponga en contacto contigo y que te explique lo siguiente: <en estas últimas semanas se han recibido cientos de peticiones para adquirir localidades con motivo de estas tres funciones de Werther, sin embargo nos es imposible hacer frente a toda esa demanda, ahora bien, la dirección ha decidido hacer dos excepciones, una para una señora que vendrá exprofeso desde Suiza y la otra...... l"a otra excepción serás tú a vista del empeño y lo que nos has explicado en tu emocionado escrito>....
"Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii" grité mientras debí dejar medio sordo a Pepe, no cabía de gozo dentro de mi; cuando recuperé un poco la calma, aquel hombre me dijo que no me preocupase por nada, que el día de la función o el día anterior si quería, me pasara por el Teatro y preguntara por él, se encargaría personalmente de darme mi localidad.
Fue colgar el teléfono y menuda algarabía se apoderó de todos, ni que me hubiera tocado la lotería, bueno en parte sí.
Durante mucho tiempo guardé una fotocopia de aquella carta manuscrita que le hiciera llegar al teatro así como la que le enviara a la Ministra pero debí extraviarlas en alguna ocasión ya que nunca más volví a saber de las mismas, una pena, de lo contrario os las habría mostrado.
Con ese plan, lo de que alguien hiciese cola una noche frente a las taquillas de teatro ya no tenía sentido con lo que me puse en contacto con Oscar y le comenté lo sucedido. Sin embargo quedé igualmente con él en que nos veríamos cuando llegara a Sevilla, para agradecerle en persona su ofrecimiento y aunque por teléfono no se lo dije, para darle también, al menos, lo que ofrecí en el primer anuncio, 5.000 ptas., por su ofrecimiento que para mí de no haber sido por la dirección del teatro, lo hubiera sido todo.
Ya estaba, lo había conseguido, tras mi estreno en directo con Kraus tres años antes aquí en Barcelona en un recital que dio acompañado al piano junto a Edelmiro Arnaltes, esta iba a ser la primera vez que lo viera y escuchara interpretando un rol y dicho estreno iba a ser ni más ni menos que con la obra cumbre de Massenet.
Por aquel entonces no había estado más que de paso por la ciudad hispalense con lo que aproveché la excusa de mi viaje musical para quedarme unos días en Sevilla y hacer algo de turismo. Llegó la fecha, me fui a Sevilla y ese mismo día tras dejar el equipaje en mi alojamiento en el Paseo de Colón, emprendí el bonito paseo paralelo al Guadalquivir que me llevó hasta el Teatro, allí pregunté por el señor Mateos quien me recibió de un modo de lo más amable y con quién volvimos a rememorar mis peripecias para conseguir la entrada. Me llevó hasta su despacho y me enseño el interior de las instalaciones de las que era responsable. Como no podía ser menos por mi parte y como muestra de agradecimiento, lo agasaje con un obsequio igual que más tarde haría con aquella "santa", Livia, la chica de la centralita que estoicamente aguantó el chaparrón de llamadas que realicé durante cerca de un mes. Con Mateos el encuentro y el momento resultó fantástico sobre todo cuando me hizo entrega de mi localidad, sin embargo aquello no había terminado y con una media sonrisa me dijo si tenía plan para aquella misma noche a lo que respondí con una negación bastante evidente; -espera- me dijo,…. –toma-, esto son dos invitaciones para el ensayo general con vestuario de esta noche. !!!!Cómo!!!!! Me estaba regalando dos entradas para aquella misma noche, dos días antes del estreno, y poder asistir así al ensayo general, aquello ya desbordaba y colmaba sobradamente todas mis expectativas de aquel viaje.
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El Werther de la Maestranza (Fuente - EL PAIS)
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Era media mañana en Sevilla y sin embargo con tanta tensión y emoción yo ya había sudado lo mío casi como si estuviéramos en el mes de agosto a 45 grados de temperatura. Salí del teatro y antes de comer me había comprometido a conocer y saludar personalmente a Oscar y así fue, quedamos en el parque de María Luisa y allí como si de una cita a ciegas se tratara, (realmente lo fue) nos saludamos, charlamos y luego me invitó a comer en casa con su madre; en un momento dado le dije que como muestra de mi agradecimiento le entregaba la mitad de la propina que había ofrecido, por haberse preocupado de hacer realidad mi sueño; al principio declinó mi obsequio pero finalmente y regañadientes aceptó, con lo me quedé mucho más feliz. Me acordé entonces de mis invitaciones para el ensayo por lo que le pregunté si querría acompañarme al ensayo pues yo no conocía a nadie más en Sevilla con quién compartir aquel privilegio, en esta ocasión le costó poco aceptar.
Oscar, por aquel entonces universitario, estudiaba creo recordar viola de gamba con lo que tenía una vinculación bastante directa con el mundo de la música, sin embargo me comentó que nunca había asistido a una representación operística y le atrajo muchísimo la idea. Y así de este modo quedamos una hora antes del ensayo en la entrada principal del teatro para entrar juntos.
El ensayo resultó un éxito entre todos los privilegiados que asistimos a aquel pre-estreno y que ocupábamos gran parte de las gradas del moderno coliseo sevillano. Durante el intermedio de la obra, José Mateos se acercó hasta mi para preguntarme si estaba disfrutando y pasándolo bien a lo que por mi parte no hubo más respuesta que una sonrisa y supongo que un brillo en los ojos que lo decían todo. Y como si aquel hombre hubiera sido llamado de algún modo a ser mi hada madrina aquella noche, me preguntó antes de que comenzara el tercer acto, si quería tras el ensayo ir a camerinos a saludar a Kraus. Bueno, bueno, bueno….. aquello ya fue el clímax, ¡¡¡por supuestísimo!!!, contenté.
Y así fue, tras la conclusión del ensayo y todavía entre atronadoras ovaciones para el elenco de artistas, Pepe vino a recogernos y nos llevó a la antesala de los camerinos.
Por lo que pudiera pasar en aquellos días sevillanos, yo había sido precavido y llevaba conmigo una fotografía, “no fuera a ser” que el día de la representación hubiera ocasión de conseguir un autógrafo, pero adelantándose la ocasión la llevé al ensayo. En esa zona "mixta", como podríamos definir aquel lugar, había un reducido grupo de personas entre las que se encontraba Rosi, la esposa de Alfredo y a quién conocía por fotografías y verla alguna vez en televisión; cuando Alfredo quedó un instante libre de estar hablando con los allí presentes, mi "cicerone" me hizo los honores de presentarme y aproveché la ocasión para intercambiar unas impresiones con mi Dios. Le di la fotografía que llevaba encima para pedirle un autógrafo y se interesó por la misma pues no recordaba ni sabía de cuando ni de donde era, enseguida se lo aclaré; se trataba de un recital acompañado al piano por José Tordesillas que ofreció en 1984 en Bilbao para recoger fondos por las terribles inundaciones que asolaron la capital de Vizcaína meses atrás.
Tras la aclaración y la dedicatoria que aquí podéis ver, me fijé que había en aquella zona un fotógrafo haciendo fotos a diestro y siniestro y me faltó tiempo para preguntarle a Kraus si le importaría hacerse una fotografía con nosotros, ¡claro que sí! contestó, y así conservo este pequeño tesoro. Hice que me la revelaran antes del día de la función y ese mismo día, volví a bajar a camerinos (en esta ocasión yo solo) y claro, recordó la imagen de dos días atrás y nuevamente de manera gentil tuvo el bonito detalle de firmar sobre aquella imagen que aquí os muestro y que ocupa un lugar destacado en mi memoria, en mis recuerdos y en casa, por supuesto.
Por aquellas fechas, no es que hubiera realizado ninguna promesa o juramento pero esta que veis, es de las últimas fotografías que me hice con pelo, unos meses después puse tierra de por medio con mi cabellera color castaño y decidí afeitarlo, así hasta el día de hoy.
Y de tan hermoso recuerdo, finalizaron cinco días en tierras sevillanas donde disfruté y conocí la ciudad hispalense, sus gentes y sobre todo un grupo de personas que me hicieron inmensamente feliz, Kraus, Oscar, Livia y mención también para Pepe Mateos quien se puso a mi disposición para futuros encuentros, algo que no desaproveché pues la temporada siguiente Kraus volvió a la Maestranza para unas representaciones de Lucia di Lammermoor; entonces no fue necesario por mi parte ningún número circense, hablé por teléfono con él directamente y él mismo me guardó la entrada para aquella Lucia primorosa, pero esa ya es otra historia, igual la cuento en otra ocasión.
Una vez más, ¡¡Gracias MAESTRO!! por tanto ARTE.