Esta imagen no tiene mucho de particular pero al mismo si lo tiene, me explico. Hacer fotografías en el interior de un templo religioso sea cual sea la divinidad a la que le profesen su fe los seguidores de la misma, siempre es complicado. Se pueden hacer fotos sí, pero en unas condiciones que lógicamente dificultan enormemente el que dichas fotografías puedan realizarse de manera que se obtengan con buena calidad; ojo, no me estoy refiriendo a que la imagen sea bonita o no, que tenga un buen encuadre o que sea original. No, no me estoy refiriendo a eso, me refiero a que no sea una imagen realizada con un ISO demasiado alto que añada “grano” a la fotografía o que incluso la misma salga movida, por citar sólo algunos defectos que puede tener una imagen siempre que los mismos no sean buscados de ese modo, a propósito.
Todas estas cosas pueden suceder en un recinto de estas características en los que habitualmente uno no puede hacer exposiciones medias o largas para conseguir la luz adecuada, y es que claro, para ello la cámara tiene que estar absolutamente estable en algún lugar y no me refiero en nuestras manos…
Después de un par de encontronazos con gente “oficial” durante mi periplo Siciliano por culpa de mi trípode, decidí extremar un poco las precauciones para que nadie se sintiera ofendido. La noche anterior a la toma de esta imagen, habíamos dormido casi pared con pared, en un apartamento que está junto a este que es el Duomo de Módica. De Módica os hablé en su momento por diferentes aspectos pero sobre todo por uno (muy goloso por cierto) y es el de la elaboración de su famoso y reconocido chocolate siguiendo la misma técnica que usaban siglos atrás cuando los españoles introdujeron el chocolate en Sicilia.
Como decía, esa noche anterior estando literalmente al lado del Duomo, aproveché para hacer algunas fotografías nocturnas de su imponente fachada y al día siguiente tras desayunar entramos a admirar el interior del templo. Como era temprano, todavía no había mucha gente en el interior con lo que la visita podíamos realizarla sin muchos agobios. Había un hombre vestido de modo "normal", y con esto me refiero a que no llevaba hábitos de ninguna clase, ni tenía aspecto alguno de ser el clérigo, pero que sin embargo parecía que era quién allí "cortaba el bacalao". Además del italiano, hablaba en inglés y francés con cualquiera que le realizaba alguna consulta referente al edificio, su historia y el arte que allí se encerraba. Probé entonces con dirigirme a él empuñando la cámara fotográfica y con el trípode en la otra mano, para preguntarle si podía hacer fotos; su respuesta no pudo ser más rotunda y soltó un “por supuesto” que no me dejó lugar a dudas.
Había un par de personas más, “vigilando" el interior del templo y que en ningún momento me dijeron nada mientras yo me movía por allí con el equipo fotográfico aunque la verdad es que me habría dado lo mismo, sí hubiera habido algún problema los habría enviado sencillamente a que hablaran con el "capo" que me había dado permiso para fotografiar.
Probé a realizar fotos desde distintos lugares y con resultados dispares, y fue este el que más me gustó, una fotografía casi simétrica del precioso altar mayor del Duomo de Módica y que realicé con una exposición de 13 segundos.
Además de la sillería que lo rodea, puede observarse ese enorme retablo pintado de gran belleza y todo ello enmarcado por esas paredes blancos que de algún modo reflejaban la poca luz que hay dentro del lugar.
Tras moverme con soltura por la planta de la catedral, mi acompañante me comentó que por un simple €uro podía subirse al campanario, así que me dirigí nuevamente al “anfitrión” y le pregunté si era él a quien debía comprarle el ticket que daba acceso al mencionado campanario; me contestó afirmativamente y además me dijo que si si, que subiera que tendría unas bonitas vistas para hacer fotos. Le hice caso, y una vez más allí estaba yo en las alturas, en medio de unas enormes campanas divirtiéndome con la cámara.
Hasta aquí la parte que a mí me concierne y con la que ya nos disponíamos a decir adiós al templo.
Bajo del campanario y cuando estaba apenas a tres metros de la entrada principal viendo la posibilidad de hacer una última fotografía a contraluz, observo que por la puerta acceden, un hombre algo más mayor que yo y un jovencito que parecía ser su hijo; mientras tanto en la puerta se quedaba la mujer del mismo sin llegar a entender por qué no entraba pero enseguida me di cuenta del motivo, llevaba una camiseta de asas, una de esas prendas indecorosas a los que la iglesia por lo visto le tiene pavor, supongo que por si alguien dentro de la iglesia ve unos hombros y se pone cachondo…. argggg.
Hay costumbres estúpidas y también estúpidas costumbres..... supongo que muchos habréis comprobado igual que yo, como en muchos (por no decir en la inmensa mayoría) de los templos religiosos está prohibido entrar mostrando los hombros, al menos en el caso de las mujeres, y es por ello que en el interior de esos recintos religiosos siempre hay algún "bendito" que le sugiere a la mujer de turno que se ponga algo sobre los mencionados hombros o como muchas veces también sucede, ellos mismos tienen unas pequeñas capas para prestar y que de ese modo las féminas puedan darles uso con el fin de acceder sin mayor problema al "santo lugar".
Me resulta complicado, muy complicado razonar y encontrar sentido a cuál es la falta de respeto que representa que una mujer muestre parte de su piel en un lugar así y más cuando ello queda a juicio de esa calaña retrógrada y perversa que es la iglesia, más allá de que entre sus miembros pueda haber (que no lo dudo) gente que merezca la pena. Sin embargo yo me quedo con esas manzanas podridas que viven dentro de esa organización y que incluso son protegidos dentro de la misma.
En fin que la mujer se quedó justo en la puerta de entrada apoyada en el marco de la misma mientras el marido y el hijo paseaban por el interior; nuestro protagonista entonces que por allí estaba, atendió gustosamente una consulta de la mujer sobre, creo recordar, algo relacionado con las fechas en las que se construyó la catedral y ya enlazaron con más temas mientras yo por allí seguía intentando ver que foto final iba a realizar.
Fue entonces cuando sucedió algo que me encantó, el hombre sugirió a la mujer que no se quedara en la puerta y entrara al interior para observar más de cerca lo que desde allí contemplaba con tanto interés y entonces ella le señaló con uno de sus dedos índices como sus hombros estaban desnudos y que no podía entrar.
Con el rostro bastante serio el hombre se la quedó viendo y le dijo...: "Aquí mando yo, y si yo le digo que puede entrar es que puede entrar y no hay más que decir...”. Y así fue como la mujer entró en el edificio y fue al encuentro de su marido e hijo "enseñando" unos morenos hombros dentro de aquella iglesia.
¡Olé! una vez más por aquel pragmático personaje que ajeno a costumbres o creencias estúpidas, ejercía de un modo fantástico su cometido, de atender a todos los curiosos que nos allegábamos a disfrutar de la belleza de aquel lugar que es la principal atracción de la ciudad de Módica.
Esto es todo, besos y abrazos.
Ger.
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