Después de que el día anterior nuestra excursión estuviera literalmente pasada por agua de toda la lluvia que había caído, para la nueva jornada el destino era el valle de Bujaruelo y no sabíamos muy bien que nos íbamos a encontrar. Para no perder las buenas costumbres, yo me adelanté al grupo y me levanté de madrugada quería antes de comenzar la marcha, hacer un par de fotos en sendos lugares con los que me iba a entretener un poco. La idea era hacer esas fotos, volver al bungalow para desayunar y a continuación realizar ya la ruta que nos habíamos programado.
El sitio le sonará a muchos o al menos a la gran mayoría de los que son habituales del parque de Ordesa pero por si acaso os ubico. Nada más cruzar el puente de los navarros y girar a la izquierda en dirección al camping de San Nicolás de Bujaruelo a unos trescientos metros y en una curva, sobresale una enorme roca que sirve de parapeto para resguardarse bajo ella en caso de lluvia por ejemplo pues allí es donde aparqué el coche.
La noche era todavía oscura y no se atisbaba todavía la más mínima sombra ni claridad, entonces salí del coche y alcé la vista hacia arriba, un hermoso paisaje de estrellas brillaban en el cielo de un modo resplandeciente supongo que sobre todo gracias a esa atmosfera despejada y limpia que había dejado toda la lluvia del día anterior. Me volví al coche mientras el ruido de fondo era un río Ara que yo presumía debía llevar bastante agua por culpa precisamente de aquellas precipitaciones.
Algunos se preguntarán por qué irme de noche allí, y la respuesta es sencilla, o hacía la fotografía con las primeras luces lo cual entre otras cosas me permitirían tener una luz uniforme en todo lo que quería "cazar" o de lo contrario a la que ya hubiera asomado, aunque fuera tímidamente el sol, se producirían importantes contrastes entre zonas de luz y otras de sombra.
Así que esperé recostado en el asiento del coche, a ratos escuchando música a ratos adormilándome con el sonido relajante del agua del río; dada mi facilidad para dormir en cualquier sitio y en cualquier circunstancia, me iba poniendo alarmas para no sucumbir a los encantos de Morfeo y perderme así lo que había ido a fotografiar.
Y así llegó tímidamente ese despertar del día, lo que en un principio era toda una mancha negra, pronto empezó a mostrar sombras y algo de textura, muy pero muy poco a poco comencé ya a ver los árboles y los tonos de color que presentaban, volví a bajar del coche y lo primero que hice fue observar sí el estruendo del río se correspondía con el agua que aparentemente parecía que llevaba, y efectivamente ya lo creo que llevaba agua.
Pero lo mejor en el agua estaba por llegar, con el recuerdo fresco de lo que había contemplado el año anterior, aquellas aguas seguro que cuando empezara a realizar acto de presencia la luz mostrarían un característico y hermoso tono azulado.
Después de recorrer un poquito el emplazamiento para ver en qué lugar me iba a poner, coloqué el trípode donde me pareció el sitio más adecuado para realizar algunas fotografías. Como en ese tramo donde me encontraba el cauce del río hace una pequeña curva me decidí por hacer cinco fotografías que abarcaran todo ese tramo (ese recodo incluido) y así mostraros el discurrir del río. Esas fotografías acabaron componiendo una imagen panorámica que es la que aquí traigo y que fue el resultado de aquel comienzo de jornada.
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