El título de la fotografía de hoy está justificado con el simple dato que voy a daros, la misma está realizada en diciembre de 2016 y no fue hasta ayer que la revelé. Dicho esto, igual que hay vinos y licores que conscientemente se dejan madurar y envejecer para que los mismos ganen en propiedades y favorezcan su mayor disfrute, en la fotografía sucede algo similar.
Digo similar, pero únicamente por el transcurso del tiempo en el que fue concebido hasta que se muestra el resultado. Una fotografía ni pierde ni gana calidad con el paso del tiempo (me refiero a los archivos fotográficos no a una imagen impresa en papel) pero es bastante recurrente o al menos yo conozco bastantes casos, de aficionados y profesionales que desde que toman una fotografía hasta que deciden revelarla por unos u otros motivos, pueden dejar pasar días, semanas, meses, e incluso años hasta su “degustación”.
El de hoy es un buen ejemplo para ilustraros lo que os cuento.
Tenemos una amiga madrileña (María José) que hace unos años decidió dar un cambio a su vida y dejó atrás la capital para instalarse en un diminuto núcleo habitado apenas a unos diez kilómetros de Reinosa. Desde entonces han sido unas cuantas las veces que nos ha agasajado con su hospitalidad y hemos ido a pasar algunos días en su compañía. No muy lejos de donde vive se encuentra la única estación de esquí existente en la comunidad Cántabra, la estación de Alto Campoo. El caso es que siempre que vamos a verla yo me guardo un madrugón para irme a lo alto de dicha estación invernal y vivir desde allí el amanecer ¿Qué raro verdad? jajajajaja.
A la hora que llegué aquella mañana, por supuesto era de noche, lo más incómodo era el viento que hacía y eso teniendo en cuenta que era ya invierno, se traducía en un "fresquito" considerable. Puse yo mi trípode con la cámara a la espera del milagro de la luz en un sitio icónico y muy especial del que no me voy a extender hablando pero que en alguna ocasión traje ya hasta aquí, el pico "Tres mares". Su nombre se debe a que de este lugar fluyen las aguas de tres ríos que cada uno de ellos desemboca en una vertiente diferente de la península: el río Nansa desemboca en el Cantábrico, el Hijar-Ebro lo hace en el Mediterráneo y finalmente el Pisuerga que se une al Duero para verter sus aguas en el Atlántico ¿Curioso verdad?
Pues bien, lo primero que comencé a divisar desde tan maravilloso lugar fueron unos bancos de niebla que poco a poco danzaban movidos por ese importante viento del que hablaba. Y entonces en breve surgió la magia, esa luz baja y lateral proyectó color en el cielo e iluminó la niebla así como el contorno de esas formas redondeadas donde destaca ese solitario molino de viento moderno.
Pues este maravilloso instante (a mí me lo parece) llevaba guardado más de cuatro años y hoy ve la luz por primera vez, espero que os guste.
Por cierto y aprovechando el lugar donde hoy nos hemos ido en este paseo fotográfico de cada mañana, quiero enviar un cariñosísimo abrazo y saludo a todos esos amigos cántabros que por fortuna tengo.
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