Una de las consecuencias inherentes a cumplir años y
avanzar por la senda de la vida es que ese camino poco a poco se va
acortando, pero hay otros factores que te van avisando de que ese ciclo de
la vida no se detiene.
Cuando nos encontramos al inicio de este
viaje, las primeras pérdidas cercanas suelen ser (en condiciones normales)
la de los abuelos, los de uno mismo y también los de los amigos. Vamos
creciendo y entonces uno va observando cómo abandonan este mundo conocidos,
familiares y otros de la generación de nuestros padres. Cuando esto sucede de
un modo cronológicamente "normal", quizás tomamos ya conciencia de
que la próxima generación en "irse" será la nuestra.
Pensar mucho en la muerte no creo que sea ni bueno ni
malo, pero sí debería ser un ejercicio que tendríamos que plantearnos
de vez en cuando, (yo al menos así lo pienso y hago) para tener conciencia de
lo que nos espera y racionalizarlo para que ello no nos genere angustia o
miedo. Es más, y hablo desde mi experiencia, con los años creo que ese temor a
la muerte va decreciendo ya que de algún modo uno va alcanzando metas y sueños que
se van planteando desde nuestro nacimiento.
Todo esto tiene sentido y lógica cuando la vida y la
muerte transcurren por cauces normales, pero cuando esto no es así, entonces
queda una sensación de desasosiego, de intranquilidad, de impotencia y de no
comprender en sí mismo el sentido de la vida.
Hago está reflexión después de que el pasado sábado
fuera a despedirme del hijo de un compañero y amigo antes de que lo
sedaran por voluntad propia. Y ayer falleció, un chaval de 30 años al que
la vida desde hace unos cuantos meses le puso en su camino una enfermedad
que no ha podido superar y que lo consumía a costa de molestias, dolor y en
definitiva sufrimiento, por eso su deseo de no seguir aquí.
¿Qué le explica uno a alguien de esa edad, cómo te
despides de él? Llevamos en casa unos cuantos días tristes por la situación de
esta familia y con esa sensación extraña que vivimos el fin de semana
cuando estuvimos charlando con él mientras nos explicaba con total naturalidad
todo lo que había preparado para su adiós.
Y cuando te enfrentas a circunstancias de este tipo u
otras similares viene esa eterna pregunta, siempre sin respuesta, ¿Y después de
esto qué? Bueno, no hay respuesta certera, nadie ha "regresado" para
contarnos que pasa luego. Así que hay quién se refugia en la religión,
otros en diferentes creencias pero en definitiva creo que cada uno debe
encontrar su propia respuesta a lo que siempre ha sido y será, el mayor
miedo del ser humano, la muerte.
Sin embargo creo firmemente que hablar de esto no
debería de ser algo tan tabú como lo son también otros aspectos de nuestra
existencia y que muchas veces no somos capaces o no sabemos afrontar.
Desde luego, a pesar de nuestra evolución en estos
miles de años que llevamos pisando el planeta, hay aspectos en los que seguimos
estancados. Quizás ahora mismo mientras seguimos buscando esas respuestas lo
que no debemos olvidar es que hasta que no llegue nuestro momento, no hay que
dejar de VIVIR y disfrutar.
La fotografía está tomada en el cementerio de Montjuic,
el más grande y espectacular de la ciudad
donde existen infinidad de esculturas, mausoleos y tumbas de una enorme
belleza. Lo cierto es que me gusta pasear por los camposantos, supongo que en
parte por la tranquilidad que uno encuentra en los mismos. Eso sí, no tengo
intención de acabar morando en uno de ellos, como el joven al que iré hoy
a dar su último adiós, mi deseo es terminar convertido en cenizas y que las
mismas vuelen libremente en los lugares donde se depositen.
Feliz día y que nadie se angustie, seguimos
aquí con lo que vamos a intentar ser felices.
Un recuerdo Didac.
Ger.
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