Durante nuestra estancia en los Dolomitas el pasado verano, una mañana madrugué especialmente con intención de fotografiar el que podría ser un espectacular amanecer. La intención era buena, sin embargo un cielo encapotado no dio lugar a una salida del sol “ilusionante”, (no siempre puede salirse uno con la suya).
En la imagen puede apreciarse como muy al fondo y tras ese manto de nubes, podía atisbarse lo que pudo haber sido y no fue. Decidí que entonces el protagonismo debía llevárselo una de esas diminutas iglesias pero llenas de encanto, que salpican la zona.
El lugar nos gustó tanto que volvimos al día siguiente para hacer aquí nuestro “picnic" y después estirarnos sobre esa hierba disfrutando de un cielo precioso.
Esos momentos que se quedan inmortalizados en la retina y en el baúl de los recuerdos, cuando uno viaja.
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