Hay ciudades que merece la pena conocerlas y recorrerlas con calma a pie de calle, son esas ciudades que rezuman belleza en su arquitectura y en general en su urbanismo.
Barcelona es una de esas ciudades, y es que hay
auténticas obras de arte en forma de edificios, muchos de ellos pertenecientes
a ese estilo artístico del modernismo catalán, en donde muchas veces hasta
los más pequeños detalles han sido pensados para llamar la atención del transeúnte,
o de aquel que vive en su interior.
Pero esta belleza no radica sólo en los edificios propiamente,
lo son también sus complementos, tales como puertas y balcones de forja donde
ahí cada pieza es única, por no hablar de las porterías de muchos de estos
inmuebles que merecen un capitulo a parte, algo así como una galería de arte en
miniatura.
Por todo esto y más, ciudades con estas joyas
arquitectónicas se merecen que uno eleve la vista más allá de lo que sus
ojos atisban a primera vista y viendo al frente; yo lo hago a menudo y más de
una vez he estado a punto de tropezar con peatones y elementos del mobiliario
urbano... jajajaja.
A propósito de todo lo dicho, sí uno le añade un poco
de imaginación, entonces pueden salir historias como la que hoy os traigo en
esta imagen. Se trata de una fotografía de este pasado fin de semana mientras
mi mujer y yo paseábamos por el centro de la ciudad; no llevaba mis dos cámaras
réflex encima pero sí la pequeña de la familia que ocupa un poco más que un
teléfono móvil y que me está demostrando lo acertado de su compra y el mucho
juego que me da con sus prestaciones (Canon Powershot G7 X Mark III).
En lo alto de uno de esos edificios y a modo de
contraluz con el sol ya escondido, se dibujaban sobre el cielo estas cuatro
figuras. La más evidente es esa estatua de una mujer ataviada con un vestido
más propio de finales del XIX o principios del siglo XX, cuando
probablemente se construyó este edificio en cuestión.
Vi la imagen y pensé: “debe ser alguien importante,
las dos torres de delante parecen que le abren paso y mientras a su espalda la
escolta su guardaespaldas más fornido y con aspecto de alfil ajedrecístico”.
Y hasta aquí lo que este loco de cabeza despejada
interpreta, de un conjunto sin duda, de gran belleza.