Yo sí, pero eso no es ninguna novedad, llevo haciéndolo décadas y espero continuar mientras el cuerpo aguante.
Tener una infancia y una juventud en el campo y en un
ambiente propiamente rural te hace crecer y divertirte, supongo, de un modo
diferente al modo en que se viven esas etapas de la vida, en una urbe.
Yo siempre me he sentido muy orgulloso de esa vida en la
que corría atravesando plantaciones de maíz, trepando a los árboles o haciendo
travesuras en campos de cultivo. Fue una etapa maravillosa en la que uno se sentía amo del universo y afortunadamente
carecía de grandes preocupaciones (algo que debería ser siempre así, en la
niñez). En mi caso, alguna vez me excedí un poco en esa ausencia total de
preocupaciones y falta de responsabilidad por mi parte, tal fue la desidia que
ello tuvo su "recompensa" repitiendo dos cursos escolares, primero y
segundo de BUP concretamente; nada grave desde luego y de lo que además no
guardo trauma alguno, aquí sigo y además con una vida plenamente feliz.
En aquella época de felicidad, Carlos, mi vecino, amigo y prácticamente familia, era mi aliado en todo tipo de aventuras; así fue hasta que la pubertad y gustos por diferentes aficiones nos llevó por caminos distintos, pese a esto seguimos siendo grandes amigos ("primos" nos decimos) y siempre que regreso a Galicia procuro verlo, a él y por supuesto a la "tía Nieves", su madre.
Dicho esto, paralelamente a mi amor por la naturaleza,
en estos últimos lustros se ha sumado mi pasión por la fotografía por lo que a
día de hoy, no concibo salir al campo sin alguna de mis cámaras.
En mi última visita al pirineo, durante una de las
excursiones, cuando ya caía la tarde, rememoré uno de aquellos instantes
de juventud; y es que allí donde hay un charco, un lago o cualquier lugar con
agua en quietud, casi siempre intento ir a la búsqueda de alguna
fotografía que se preste a un reflejo.
En esta ocasión tenía ante mí uno de esos
protagonistas que no pasan desapercibidos, y él es conocedor de ello....
lo sabe, está ahí, al otro lado de la frontera como incitando a que vayas a
verlo mucho más de cerca.
Efectivamente se trata del Midi d'Ossau y que durante mi descenso de los ibones de Anayet comprobé que podría ser retratado, parcialmente reflejado. Sin embargo para conseguir la perspectiva y el encuadre que deseaba no me quedaba otro que tirarme al suelo y ahí se agolparon infinidad de recuerdos de mis días de niño, recuerdos de felicidad igual que este que hoy muestro y comparto.
Muy buenas tus fotografías y mejor tus textos que las acompañan,no se si te equivocaste de profesión
ResponderEliminarGracias por el comentario primiña. Ya sabes que me gusta escribir aunque no tanto como la fotografía. Son dos profesiones a las que no me habría importado, lo más mínimo dedicarme. En fin, es lo que hay. Bicos.
Eliminar