Cuando planeamos nuestro último viaje por el sur de Italia yo me apunté que una de las rutas entre dos de las poblaciones a ver pasara por la ciudad de Craco, en la región de Basilicata. Lo que había podido estudiar de esta denominada ciudad fantasma, me atraía lo suficiente como para desviarnos un poco de las vías tradicionales y concurridas, para llegar a este lugar un tanto perdido.
En lo alto de una colina y al borde de un acantilado se levanta lo que permanece todavía en pie de la pequeña localidad de Craco. Fundada allá por el siglo VI de nuestra era, vivió momentos de esplendor y también fue azotada por guerras y conflictos a lo largo de su historia. Sin embargo lo que realmente acabó por "destruir" a Craco fue su geología; levantada sobre un terreno arcilloso, el mismo carecía de estabilidad suficiente cuando se producían fuertes lluvias o pequeños seísmos, bastante frecuentes en la zona. Todo esto propiciaría a partir de finales del siglo XIX que poco a poco la población de esta localidad fuera descendiendo en un continuo goteo, y así hasta que finalmente el deterioro de las construcciones aconsejó el desalojo total.
A día de hoy el acceso al pueblo está vallado debido al riesgo que supone el posible desprendimiento de las casas, sin embargo es posible concertar una visita guiada por algunas de las calles del pueblo bajo la supervisión de guías autorizados y con casco, por supuesto.
Nosotros desdeñamos esa posibilidad de entrar a recorrer sus calles pero yo quería llevarme algún retrato de Craco ya que me pareció un lugar diferente, y con cierta magia. Metidos en un campo de olivos busqué un lugar donde poder ofrecer una perspectiva que mostrara esa estampa sobre la colina.
Por otro lado, cuando uno está de viaje no siempre se puede fotografiar lo que se quiere con la mejor luz posible, pero si quieres documentar lo que ves a tu paso toca adaptarse.
Como curiosidad de este momento fotografiando el perfil de Craco, en un principio no me di cuenta (lo hice cuando llegué a casa y descargué las fotografías) que sobre los restos del castillo lucía todavía un "trocito" de luna.
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