lunes, 25 de noviembre de 2024

La morada...

Hay lugares, igual que personas, que un día llegan a nuestra vida y que como si con una varita mágica nos tocaran, marcan nuestra existencia para siempre. Uno puede llegar a esa edad en la que se convierte en anciano, pero incluso entonces difícilmente nos olvidamos de ese primer amor por más que tuviéramos luego,  aquel despertó sentimientos y sensaciones nunca antes conocidas.


Así, como si de ese primer amor se tratara fue como me cautivó la costa de Normandía y un lugar más concretamente, Etretat. Allí he visto amaneceres de ensueño, me he dejado mecer por el sonido de los cantos rodados movidos por la ida y venida de las olas y por supuesto he disfrutado de atardeceres con los que dar casi por bueno todo lo vivido en una vida, si así tuviese que terminar uno su existencia.


Hoy comparto uno de esos atardeceres que más embriagaron mi vista y corazón, un lugar donde siento la libertad de esas gaviotas que juegan con el viento y tienen una privilegiada vista de acantilados, playas, etc;  siempre volveré a Normandía y por supuesto siempre volveré a Etretat.

 

Y además algún día.....





 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Vivir con riesgos

E stá claro que uno puede tener una vida "cómoda", adjetivo que por cierto daría para un buen debate si pensamos en lo que esa pal...