domingo, 12 de mayo de 2013

Verde que te quiero verde...


Un poco de música celta para ambientar el post de hoy, hacer click aquí.

Que el verde sea mi color predilecto es posible que sea casualidad como lo podría ser también el amarillo o el naranja, sin embargo creo que en el fondo de mi ser, ahí dentro, en las entrañas, donde uno apenas puede discernir entre lo explorado por el conocimiento humano y lo que todavía es un misterio, creo que hay un impulso, un algo, que hace que los colores verdes me resulten tan agradables.


Uno de esos motivos, no me cabe la  más mínima duda, son mis orígenes...


Nacer y crecer en un lugar donde estadísticamente llueve más de la mitad de los días del año no solo forja un temperamento y un sentir hacia las cosas sino que además esa agua forja la tierra y el paisaje; y los llena de verdes con todas las tonalidades posibles e imaginables, eso es Galicia.

Esos verdes espectaculares, esos colores que emanan vida y frescura algún precio tenían que tener; el precio de los días desapacibles, de los días y noches sin dejar de llover y donde pese a esto, la vida ni cesa ni cambia, te amoldas a ella.


El gallego, los gallegos, sabemos que la lluvia forma parte de nuestra cultura y debemos convivir con ella, aceptarla, e incluso diría, disfrutarla.
De todos modos, no dejo de reconocer que cuando un buen día empieza a llover y se pasan las semanas y los meses lloviendo día y noche sin dar tregua, el agua llega a cansar un "poquito"; ahora que vivo en el Mediterráneo, echo de menos esa bendita agua que cae del cielo. Como decía antes, tanta exuberancia tiene su precio y como dice el refrán: "Nunca llueve a gusto de todos...".


El musgo es una de las formas más sencillas del reino vegetal, que carece de flores y de frutos pero que tiene una gran importancia ecológica y cuya única necesidad para vivir y poder reproducirse es tener un ambiente húmedo, y claro, si algo hay en la mayor parte del territorio galaico es eso, un ambiente húmedo.

Aquí os dejo, "Musgo" sobre una empalizada de madera con un ambiente sombrío y húmedo cerca de un lago; a ver si os gusta esta pincelada de un diminuto ser vivo y de los más antiguos, más que cualquier especie animal y que la mayoría de los vegetales.

Besos y abrazos.


Ger.


ISO 100      40 mm      f/ 4,0       1/125 seg.     Sin flash     Sin trípode


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