Habíamos terminado de comer y paseábamos tranquilamente a orillas de las
pequeñas playas y calas del pueblo costero al que nos acercamos a comer; el cielo poco a poco, lentamente pero sin
pausa, comenzó a nublarse de manera sutil y difuminándolo todo con lo que donde antes
lucía un hermoso cielo azul, ahora campaban a sus anchas toda la gama de
grises posibles y de este modo, ofrecían otra luz, apagando un poco los colores
saltones que hasta entonces podían observarse a nuestro alrededor.
Ese momento, en plena digestión de unas ricas viandas, suscitaba cierta
quietud, tranquilidad y ciertamente casi como si el tiempo transcurriera a la
mitad de velocidad, iba yo con una de las cámaras buscando encuadres, jugando
con diferentes elementos, muchos de ellos marinos, mientras contemplaba el
lento paseo de otras muchas personas.
Fijé entonces mi mirada en una joven familia que se habían descalzado y
jugaban a recorrer algunas rocas que se adentraban en el agua a modo de
pequeños farallones. Me dedicaba simplemente a observarlos como parte de aquel momento de tranquilidad tanto por el lugar y como por el momento. Sin embargo pronto comencé a atisbar la posibilidad
de "jugar" con ellos en aquel sitio donde se encontraban.
El detonante que me hizo disparar la primera fotografía es la que hoy os traigo;
la madre se encaramó a lo alto de una roca y mientras, más abajo, su pareja
estaba al tanto de lo que pudieran hacer las niñas, las cuales por cierto, he tenido suerte en esta
toma, estaban de espaldas.
Acabé haciéndoles una media docena de fotografías y entonces esperé pacientemente
a que volvieran a la arena de la playa donde ya los esperaba con intención de
dirigirme al primero de los dos adultos que antes tuviera a mi alcance. Había
escuchado en la distancia que entre ellos hablaban en inglés con lo que cuando
la mujer estuvo relativamente cerca, me aproximé a ella y con toda la amabilidad de mi parco inglés, le pregunté si tendría inconveniente en darme
algún email puesto que les había estado haciendo unas fotos y querría
enviárselas. La mujer al percatarse de mis "orígenes" me respondió en español
aunque con un acento inconfundible, la expresión "es usted muy amable" y
efectivamente accedió a darme un email.
A los dos días le envié las fotografías y poco tardo en responderme en el mismo tono cordial con el que me había saludado
el primer día. Estaban encantados ella y su marido pues me decía que siempre que salen, como
deben estar pendientes de las peques, prácticamente no tienen fotos todos
juntos.
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