Me gustan los días de cielos plomizos o esos en que las nubes muchas veces nos anuncian lluvia y/o tormenta, los prefiero a esos otros días de cielos rasos donde sólo luce el sol en lo más alto.
Sin ser una región donde la climatología sea especialmente amigable, (en ese aspecto me recuerda mucho a mi Galicia natal por lo mucho que llueve), en los meses estivales puedes encontrar días de sol pero en la época en que hice esta fotografía, mediados de septiembre, el tiempo ya es típicamente otoñal.
Por si alguna vez alguien se anima a visitar la Costa del Alabastro, yo he recomendado muchas veces a aquellos que me lo han pedido, que algo indispensable es jalonar dicha costa por la carretera que discurre paralela al mar entre las localidades de Dieppe y Le Havre. Son más de un centenar de kilómetros que uno puede recorrer en más o menos tiempo dependiendo el interés que tenga en pararse y disfrutar de los muchos rincones que hay a cada paso y pueblo. Te puede llevar un par de horas, todo un día, o varias jornadas sí lo que quieres es recrearte con parsimonia.
Esta fotografía la tome en la playa de un pequeñito pueblo de nombre Yport y que apenas llega a los mil habitantes. Cuando llegué, la marea estaba en plena bajamar lo cual me dio la posibilidad de irme al pie de uno de los acantilados donde había unas piedras de tamaño considerable y que son las que se ven en primer plano. El cielo estaba precioso con esa franja de nubes que llevaba toda la mañana acompañándome y que de cuando en cuando iba soltando una ligera llovizna, algo que no ocurrió al llegar a este pueblecito.
Busqué diferentes lugares y ángulos pero finalmente este fue el encuadre que más me gustó con diferencia, las piedras de las que os hablaba, el enorme acantilado al fondo y ese cielo de lo más trágico para completar la escena. Por supuesto otra cosa que me gustó especialmente fue ese color verde que ponen las algas en las piedras que quedan a la luz con la marea baja, ellas ponen sin duda el color.
Esto es todo, besos y abrazos.