jueves, 28 de mayo de 2020

Entre nubes y piedras

Me gustan los días de cielos plomizos o esos en que las nubes muchas veces nos anuncian lluvia y/o tormenta, los prefiero a esos otros días de cielos rasos donde sólo luce el sol en lo más alto.

Sin ser una región donde la climatología sea especialmente amigable, (en ese aspecto me recuerda mucho a mi Galicia natal por lo mucho que llueve), en los meses estivales puedes encontrar días de sol pero en la época en que hice esta fotografía, mediados de septiembre, el tiempo ya es típicamente otoñal. 

Por si alguna vez alguien se anima a visitar la Costa del Alabastro, yo he recomendado muchas veces a aquellos que me lo han pedido, que algo indispensable es jalonar dicha costa por la carretera que discurre paralela al mar entre las localidades de Dieppe y Le Havre.  Son más de un centenar de kilómetros que uno puede recorrer en más o menos tiempo dependiendo el interés que tenga en pararse y disfrutar de los muchos rincones que hay a cada paso y pueblo. Te puede llevar un par de horas, todo un día, o varias jornadas sí lo que quieres es recrearte con parsimonia.

Esta fotografía la tome en la playa de un pequeñito pueblo de nombre Yport y  que apenas llega a los mil habitantes. Cuando llegué, la marea estaba en plena bajamar lo cual me dio la posibilidad de irme al pie de uno de los acantilados donde había unas piedras de tamaño considerable y que son las que se ven en primer plano. El cielo estaba precioso con esa franja de nubes que llevaba toda la mañana acompañándome y que de cuando en cuando iba soltando una ligera llovizna, algo que no ocurrió al llegar a este pueblecito.

Busqué diferentes lugares y ángulos pero finalmente este fue el encuadre que más me gustó con diferencia, las piedras de las que os hablaba, el enorme acantilado al fondo y ese cielo de lo más trágico para completar la escena. Por supuesto otra cosa que me gustó especialmente fue ese color verde que ponen las algas en las piedras que quedan a la luz con la marea baja, ellas ponen sin duda el color.

Esto es todo, besos y abrazos.

Ger.

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Volviendo a tierras normandas

Tengo en mi ser un empecinamiento por volver siempre que puedo a lugares que para mi son especiales por uno u otro motivo. Me decía en una ocasión una amiga, que ella nunca repite destino, como ya lo había visto necesitaba descubrir otros todavía no explorados.  Esto estaría casi en la antítesis de cómo yo actúo, en mi caso sí un lugar me ha cautivado por el motivo que sea, siempre acabo volviendo y muchas veces no solo en una ocasión. 

Normandía es un claro ejemplo, la familia y tantos amigos y conocidos saben de mi amor por esas tierras y costas que me han hecho volver tantas y tantas veces (deseando ya hacer una próxima visita).

Esta imagen es de uno de esos rincones de peregrinaje, se trata de un trocito de la playa y del espigón que protege la entrada al pequeño puerto de la localidad de Saint-Valery-en-Caux

A mi espalda lo único que hay es un enorme acantilado impertérrito que separa el Atlántico de tierra firme.

Esto es todo, besos y abrazos.

Ger.

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jueves, 14 de mayo de 2020

Amaneceres con luna

Hay veces que te levantas en busca de amarillos, naranjas y rojos en esos primeros destellos del sol y resulta que lo interesante está a tu espalda y con otra gama de colores bien distinta.

Así fue este pasado verano, durante uno de los días que pasé por tierras de Isla Cristina. A eso de las 7:37 de la mañana ya había la suficiente luz para vislumbrar lo que nos depararía el nuevo día. Empecé haciendo algunas fotos con esos primeros rayos pero la falta de nubes en el cielo dejaba aquel despertar un poco soso, sin chispa.

Y entonces me giré, allí estaba ella, “doña luna”, en toda su plenitud; después de lucir toda la noche en lo más alto, poco a poco se iba acostando hasta desaparecer y dar en una nueva jornada todo el protagonismo al astro rey.


Esto es todo, besos y abrazos.

Ger.

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martes, 12 de mayo de 2020

El anfitrión

El parque nacional de Ordesa y Monte Perdido cuenta con innumerables rincones y lugares icónicos, hoy traigo uno de ellos.
Entrar en Ordesa es como entrar casi en el edén y donde mires a donde mires todo es grandilocuente y hermoso pero hoy vamos a hablar del anfitrión.

Un anfitrión es aquel que invita a alguien a su casa o bien el que organiza una actividad o acontecimiento y recibe en su territorio a representantes de otra zona. Pues ese el papel que yo le doy al Tozal de Mallo, esa imponente pared de 2.280 metros de altura.

Así es como uno entra en la pradera de Ordesa, llegas al parking y alzas la vista a tu izquierda y el está allí como dándote la bienvenida a sus dominios, lo demás es ya disfrutar de su entorno.

La imagen es de la primavera pasada, como no, en un día precioso que amaneció con algunos bancos de niebla que poco a poco se fueron disipando y así lucía con los primeros rayos del sol mientras yo me adentraba en el bosque.


Esto es todo, besos y abrazos.

Ger.

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miércoles, 6 de mayo de 2020

Calma chicha...

6:40 de la mañana, una buena hora para ir a la playa cuando todo el mundo duerme para escuchar como las olas van y vienen mientras la claridad del nuevo día va en aumento poco a poco. Planto el trípode sobre esos guijarros tan típicos de muchas playas normandas y dejo durante 6 segundos que la magia de la luz haga el resto.

Esa mañana la recuerdo especialmente fructífera con un buen puñado de momentos “pescados”, luego tras recoger mis bártulos fui a disfrutar de uno de esos maravillosos desayunos que nuestra anfitriona nos ofrecía con mermeladas, croissants recién hechos, café con leche e infusiones varias y todo al abrigo de una cálida chimenea para entrar en calor, sobre todo yo,  después de toda la humedad que se me había incrustado en el cuerpo durante el par de horas que deambulé por la playa.

Esto es todo, besos y abrazos.

Ger.

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Saltos de mucha altura

El “Salt de Sallent” con sus 115 metros de altura pasa por ser el salto de agua más alto de Cataluña; en condiciones normales este salto no presenta un caudal de agua considerable pero en primavera y sobre todo tras días de lluvias es todo un espectáculo. Lo normal es presenciar el salto desde donde se inicia la caída o bien desde un mirador situado estratégicamente enfrente del mismo pero este día un amigo y yo fuimos a buscar un punto de visto diferente y más espectacular.Por una senda un tanto tortuosa se desciende lentamente hasta una zona llena de grandes piedras y de mucha humedad lo cual da pie a que todo el terreno resulte bastante resbaladizo.
Ahí abajo hice fotografías desde diferentes ángulos pero esta es de las que me gustó con mi amigo Sergi posando de espaldas para que diera algo de dimensión a ese centenar de metros de altura que tiene la cascada.

Esto es todo, besos y abrazos.

Ger.

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Pensando en el Amor

E n mi día a día, uno de los momentos en que mi cerebro se evade y en el mismo afloran pensamientos y recuerdos de todo tipo es cuando condu...