Hay veces que te levantas en busca de amarillos, naranjas y rojos en esos primeros destellos del sol y resulta que lo interesante está a tu espalda y con otra gama de colores bien distinta.
Así fue este pasado verano, durante uno de los días que pasé por tierras de Isla Cristina. A eso de las 7:37 de la mañana ya había la suficiente luz para vislumbrar lo que nos depararía el nuevo día. Empecé haciendo algunas fotos con esos primeros rayos pero la falta de nubes en el cielo dejaba aquel despertar un poco soso, sin chispa.
Y entonces me giré, allí estaba ella, “doña luna”, en toda su plenitud; después de lucir toda la noche en lo más alto, poco a poco se iba acostando hasta desaparecer y dar en una nueva jornada todo el protagonismo al astro rey.
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