No sé si a todos les sucede lo mismo pero yo soy de los que piensa que cuando uno es pequeño, cuando se es niño, nuestros primeros grandes héroes son los padres y me refiero a los dos, tanto a la madre como al padre. Acabas de llegar a la vida y ellos están presentes en todo momento, luego, con los años, pierden algo de protagonismo porque cada vez somos más autónomos pero el vínculo afectivo, cariñoso y de admiración no se acaba nunca.
Y es a esa tierna edad de nuestra infancia cuando nos gusta, muchas veces, hacer todo tipo de demostraciones delante de ellos para sentirnos orgullosos y que ellos también se sientan así de nosotros.
Esto es un poco lo que imaginaba en mi cabeza mientras seguí los pasos de este jovencito esperando a que algún instante llamara mi atención, para disparar con la cámara.
A unos cuantos centenares de metros y con la discreción que te da un teleobjetivo me fijé que mi protagonista paseaba junto al que parece ser su padre; aunque no sea fotógrafo de fauna o de retratos, en ocasiones me paro a contemplar "otras cosas" que no sean paisajes; situaciones que a mí me transmiten "algo", aunque sólo sea por la película que yo mismo me monto con imaginación en mi cabeza.
El lugar donde mis actores y yo mismo nos encontrábamos no es baladí, estaban ellos pisando la arena de la <Playa delnorte> mientras yo me mantenía a cierta distancia y unos cuantos metros por encima del nivel del mar y esa playa de arena dorada, en pleno crepúsculo.
El nombre de esa playa a muchos no le dirá gran cosa, pero si al nombre le sumo que está en la localidad portuguesa de Nazaré, algunos ya sabrán un poco más de que hablo. Efectivamente, en esa playa van a morir algunas de las olas más grandes que se producen en todo el planeta y que son un reclamo, desde hace años, para los amantes del surf. Estamos hablando de olas que muchas veces superan los veinte metros de altura, que se dice pronto, pero eso lo ves a pie de playa y la sensación es bastante impresionante.
Este día el mar estaba en calma, y aun así puede apreciarse cómo eran las olas que llegaban a la playa. Allí, en la esquina opuesta, está el jovencito imitando con su típico saludo en ambas manos, a esos jinetes sobre tablas.
Posaba sobre la arena con ese fondo de agua batida y espumosa presagiando quizás, que algún día, allí mismo estará el surfeando sobre esas míticas olas..... orgullo de hijo.
Esto es todo, besos y abrazos.
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