El Mediterráneo no es precisamente un mar para los surferos y amantes de cabalgar sobre grandes olas, pero a veces la cosa puede animarse un poco y darse las circunstancias necesarias para quitarse el gusanillo.
Esto fue lo que sucedió esta misma mañana, cuando está a punto de finalizar el mes de Octubre el día y la temperatura amanecieron tal cual día de verano con un sol que brillaba y al mismo tiempo calentaba el ambiente propiciando que cualquier prenda de ropa diera suficiente calor como para llevarla encima.
Había quedado con un compañero de trabajo, amigo y aficionado como yo a la fotografía, para ir a una zona de playas a fotografiar parte del llamado "skyline" de Barcelona o dicho de otro modo, parte del perfil de la ciudad con sus edificios más altos.
Mi amigo y yo, madrugadores matutinos en el día a día no tuvimos reparos en quedar pronto, sobre las ocho de la mañana (eso para nosotros es hasta tarde habituados como estamos entre semana a levantarnos uno a las cuatro y el otro a las cinco de la mañana) para irnos a la playa a realizar fotos.
El día como os comentaba amaneció precioso y lo único que podía molestar eran determinadas rachas de viento que en nuestro caso no solo no molestaba sino que nos proporcionaba un elemento para jugar a la hora de hacer fotos; me refiero a que ese viento proporcionaba olas más grandes de lo que habitualmente hay por estos pagos, y eso nos vino muy bien a nosotros y a todos los amantes del surf que de manera inusual nos encontramos en la playa.
Nos acercamos a cuatro o cinco pero hubo un momento en el que en el agua parecía que había una bandada de aves marinas posadas a merced de las olas de tantos que allí estaban esperando, "la ola". Todos enfundados en su traje de neopreno hacía que desde lejos apenas se vieran puntitos negros y es que no exagero si digo que en el agua había unos cincuenta "cabalgadores", muchos, nos imaginamos que pertenecientes a una escuela de deportes acuáticos situada no muy lejos de allí.
Quizás en otros lugares como en el norte de Galicia o en determinados puntos del Cantábrico tales concentraciones de surfistas sean más normales pero no en estas tranquilas y suaves playas del Mare Nostrum.
La foto que he elegido no es ninguna de las que hice en la que puede verse a tan nutrido grupo de surferos sino que me ha gustado más la que aquí os dejo por lo revuelto del mar y por los colores verde esmeralda que esas olas proporcionaban. El surfero pone la nota deportiva a la imagen aunque no sea tan espectacular como otra que hice hace unos meses.
Espero que os guste.
Ger.
ISO 100 200 mm f/ 6,7 1/ 750 seg. Sin trípode |
No hay comentarios:
Publicar un comentario