Por mi experiencia, una excursión nunca se acaba hasta que
entras en casa, en el hotel, el refugio o donde quiera que vayas a pasar la
noche. El motivo de hacer esta
afirmación es que no sería la primera vez que justo cuando llego al coche y me
dispongo a marchar o simplemente estoy recogiendo mis “bártulos” me encuentro
cara a cara o muy cerca de mí, algún animal que me habría gustado retratar.
El de los animales “esperándote” al lado del coche es quizás
el caso más extremo pero también puede ocurrir (como esta imagen que hoy os
traigo) que de vuelta del lugar en donde hemos estado caminando o pasando el día, nos encontramos con un bello
lugar o quizás con algo que nos pasó inadvertido a la ida; o quizás simplemente
esas últimas luces del día nos quieren regalar un trocito de belleza y armonía.
Ese fue mi caso, tras más de ocho horas caminando, tirado
por los suelos y trepando entre rocas, me
voy del lugar en el coche que llevaba todo el día aparcado entre arboles, y lo
hago muy despacito, en primera y disfrutando del camino de regreso acompañado de buena música.
Entonces y como siempre me sucede cuando veo una acumulación
de agua mayor que un simple charco, me bajé del coche para estudiar la
posibilidad de conseguir algún reflejo bonito y más con la luz del momento.
El agua podría haber sido un autentico espejo de no ser por
el fuerte viento que impedía que el líquido de esa gran charca se quedara
absolutamente quieto. Este fue mi último regalo visual que el día me propició,
apenas un cuarto de hora antes de que el cielo empezara a jarrear agua como si fuera el comienzo del fin…. jajajaja.
Esto es todo, besos y abrazos.
Ger.
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