Para los que siguen mis andanzas en esto de la fotografía saben que no soy yo mucho de dedicarle tiempo a retratar animalillos, pero siempre hay excepciones y la de hoy es un ejemplo. Hace poco este petirrojo se puso delante de mí de manera casi insolente (bien sabía él, que jamás le haría daño), y aproveché para retratarlo.
Y hoy he querido traerlo hasta aquí y rendirle un pequeño homenaje al señor petirrojo por un motivo muy sencillo.
Siempre me han gustado los animales y sobre todo las aves, pero un otoño de hace ya varias décadas me enamoré del mundo de la ornitología por culpa de un ejemplar como el que hoy nos ocupa. Todas las tardes, al atardecer, y casi cuando apenas quedaba un resquicio de luz, se posaba en la atalaya que tenía en lo alto de un peral, un precioso petirrojo que con vigoroso canto llenaba por completo aquel lugar. Fueron tantas las tardes que lo vi y sobre todo escuché, que tras aquella pequeña experiencia, el petirrojo se convirtió en la primera ave que pude reconocer únicamente por sus trinos y sin tener que divisarla.
Después llegarían muchas más, pero aquel pajarillo fue el primero y por eso mi cariño tan especial para este “pequeño” al que todos habéis visto en alguna ocasión pues es de las aves más comunes en bosques, campos, e incluso en los parques de pueblos y ciudades.
No hay comentarios:
Publicar un comentario