Hace ya cinco meses de estas fotografías y conservo
aquel día en mi mente, igual de fresco que
si hubiera sido ayer mismo. Fue aquella jornada sin duda, una de las que más disfruté en
aquellos días de luna de miel junto la
que acababa de convertirse en mi esposa.
La excursión principal de ese día pasaba por llegar
hasta uno de los lagos de montaña más icónicos de los Alpes Suizos. Para esas
fechas nuestro campamento base se encontraba en la localidad de Interlaken, y
aquel día tomamos el coche para salvar
los casi veinte kilómetros que nos separaban del pequeñito pueblo de Grindelwald.
Me dediqué a cubrir aquel trayecto conduciendo todo lo
despacio que podía sin entorpecer la circulación de otros vehículos, para así saborear
cada metro de la ruta; y es que conducir en semejante entorno, con esas cumbres,
esos bosques y esos praderas sacadas de cualquier paisaje de Heidi, hacen que
quieras detenerte a cada instante.
Finalmente y aunque fuera despacito, llegamos a
Grindelwald donde estaba el teleférico que nos llevaría al comienzo de nuestra ruta
senderista. Sí algo comprobé aquellos días en tierras suizas es que la misma, debido
a su orografía, se encuentra salpicada de teleféricos que permiten acercarte a
bellos lugares que de otro modo serían inaccesibles salvo para los más
aguerridos montañeros y escaladores. Dichos teleféricos no son baratos pero uno
no está todos los días en los Alpes, como para no poder darte algunos caprichos, pero
además si la estancia en el país es ya por un tiempo considerable existen
fórmulas como abonos y pases que te permiten moverte por muchos de los
transportes públicos ("ascensores de montañas" incluidos) a unos
precios mucho más asequibles.
Una vez que la cabina llegó al final del trayecto y
salimos de la misma comenzamos nuestra ruta por la senda que nos llevaría al
lago Bachalpsee. Durante aquella caminata tuve que contenerme y enriquecerme exclusivamente, con lo que mi mirada alcanzaba
a vislumbrar y sin pararme a fotografiar todo lo que hubiera querido, de lo
contrario no me habría movido de aquel caminito en todo el día.
La sensación de libertad, junto a un aire que
emanaba frescor y una atmosfera limpia, transportaba tu cerebro a
un lugar idílico de esos que crees que no existen salvo en nuestra
imaginación pero si, ya lo creo que existen. Con esas cumbres montañosas repletas
de nieve y casi al “alcance” de las manos, proseguimos nuestra caminata de casi
una hora de duración mientras nos íbamos cruzando con otros excursionistas que
ya estaban de regreso.
Y por fin llegamos a nuestro lago, allí estábamos tan
tranquilos disfrutando de aquel espejo acuático donde se reflejaba tan idílico entorno
cuando entonces apareció el personaje.
Un joven de buena estampa, equipado perfectamente con
material de montaña y con una mochila de considerables dimensiones, primero de despojó
de la misma y a continuación se descalzó. Pensaba yo entonces que el muchacho iba a
poner sus pies en remojo, pero no, el espigado varón y de aspecto atlético continuó
quitándose la ropa hasta quedarse con un simple “slip”. La escena se convirtió en el
blanco de casi todas las miradas de los que allí estaban incluido yo, que me
encontraba con el teleobjetivo escudriñando los rincones de aquellas
montañas majestuosas.
Entonces en un momento dado hubo contacto visual entre el
"bañista" y un servidor, y así mediante señas
le di a entender que me gustaría hacerle algunas fotos a lo que él accedió con una sonrisa y un pulgar en alto.
Cuando salió de las fresquitas aguas me acerqué a él mientras se
secaba y le enseñé en la cámara algunas de las fotografías que le había hecho además
de pedirle su correo electrónico para poder enviárselas. Él se quedó contento con el mini reportaje y yo por
tenerlo allí como modelo improvisado.
Momentos y anécdotas que recordar.
Ger.
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