La historia, las circunstancias y las ocurrencias de ese animal llamado hombre pueden provocar momentos curiosos. En 1963 se construyó un embalse en la comarca catalana de Osona que llevaría por nombre o sería conocido en el futuro como el embalse de Sau. Dicho nombre proviene del pueblo de San Román de Sau que por esas fechas se constató que ya carecía de habitantes y que con la construcción de la presa quedaría anegado por completo.
De dicho poblado destaca sobremanera su iglesia de estilo románico-lombardo y cuya construcción se remonta al siglo XI aunque siglos más tarde sufriría una importante modificación.
El caso es que el embalse se construyo y con el mismo el antiguo pueblo de San Román desapareció para siempre o casi; digo casi ya que el campanario de la citada iglesia es visible en épocas donde el embalse esta en niveles bajos de agua, y en años excepcionales de importante sequía, incluso puede verse la totalidad de la iglesia así como otras construcciones.
Han sido muchas las ocasiones en las que me he acercado a este paraje pero no fue hasta esta última vez apenas hace diez días, que vi esta curiosa imagen. En el embalse hay un pequeño embarcadero y hay posibilidad de realizar algunos deportes náuticos entre ellos alquilar una canoa con la que podrás moverte con total tranquilidad por las aguas estancadas.
El caso es que algunos, ante ese campanario que ahora es visible casi en su totalidad, decidieron trepar por el mismo y usarlo a modo de plataforma de saltos para desde el mismo zambullirse.
Poco podía imaginar el maestro cantero que hace más de mil años levantó este templo, que algún día, donde repicaban campanas aparecería hombres con escasa y extrañas vestimentas para saltar a una ingente masa de agua.
Esto es todo, besos y abrazos.
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