martes, 18 de febrero de 2025

Vivir con riesgos

Está claro que uno puede tener una vida "cómoda", adjetivo que por cierto daría para un buen debate si pensamos en lo que esa palabra significa para cada uno de nosotros, el caso es que otros no conciben su existencia sin correr ciertos riesgos y aquí es donde cada uno debe conocer sus propios límites, supongo.

No hace mucho recordaba que la máxima altura en la que he pisado tierra es a 3.800 metros de altura, concretamente en los Alpes Franceses, es un lugar precioso llamado "Aiguille du Midi" y desde el que se tienen unas vistas espectaculares y por supuesto, siempre y cuando la niebla no haga acto de presencia. Fresquito también hace un rato pero eso a un servidor no le importa tanto, estábamos en Mayo y la temperatura era soportable, es cuestión de ir bien abrigado.

Hasta donde yo sé y no soy experto en alpinismo, hay cuatro rutas para llegar al "techo" de Europa que son los 4.808 metros de altura que tiene el Montblanc; pues bien, una de esas rutas parte de este lugar y por ello puedes apreciar perfectamente lo que significa acometer desde aquí los mil metros de desnivel que hacen falta salvar, para coronar esa cima. Cuando estás en lugares de semejante magnitud es importante tener referencias para hacerse una idea mejor del entorno, aquí hay algunas referencias pero la mejor, sin duda, es la de las diferentes "cordadas" (es así como se llama al grupo de personas que van unidas por una cuerda para ascender o descender una montaña) cuando las observas sobre la inmaculada nieve como diminutos puntos tal que hormigas sobre ese blanco tapiz.

Es este un reto que personalmente no me atrae lo más mínimo y no nos engañemos cierto riesgo conlleva, ya sea una mala caída, un alud y cualquier imprevisto que surja en esas altitudes. Pero no es ese riesgo el que me echa hacia atrás, no, es simplemente que no me motiva buscar esas cimas. Sin embargo sí que otras veces yo asumo otra clase de riesgos, por ejemplo muy cerca de ahí en Chamonix,  me subí por segunda vez en un parapente y sobrevolé la localidad, el valle y vi frente a frente, glaciares y esas cumbre con una perspectiva que de otro modo resultaría imposible. La sensación de "volar" es única y si bien con esta actividad podría producirse algún accidente, no pienso en ello, de lo contrario dejaría de hacer muchas cosas simplemente por pensar… "Y si".

Este es un pequeño grupo, una cordada como os explicaba antes, en este caso de tres componentes, que salían a por su aventura particular hacia esa cima del Montblanc.

 

"Bon voyage". 





lunes, 17 de febrero de 2025

Historia detrás de una fotografía

Tendría que haber sido un viernes más, sin pena ni gloria, a pesar de que yo estaba en pleno periodo vacacional. El caso es que no tenía nada previsto, pero ese mediodía mientras preparaba algo para comer sonó el teléfono, era Gloria, mi amiga Gloria, alguien por quién suspiré hace bastantes años pero que el fatal destino no quiso que aquellos sentimientos míos fueran correspondidos.

Tras cierta rabia y desesperación las primeras semanas, por fin la cordura volvió a mi cabeza y decidí que una mujer así merecía que por lo menos la pudiera mantener cerca como amiga y desde entonces pocas personas tengo tan presente en mi vida como ella. La verdad es que Gloria en su infinita inteligencia y sabedora de mi sufrimiento, por culpa de aquellos sentimientos míos y que en ella no afloraron, durante un tiempo y por voluntad propia se alejó para que mi herida pudiera cerrar.

Tras aquel periplo hemos compartido muchos y buenos momentos tanto solos como con su actual pareja, Cristóbal. Ella siempre me ha manifestado su deseo de verme feliz al lado de una mujer, quizás esos cuatro años que tiene mayor que yo, hacen que ahora mismo la vea como esa hermana mayor que no tengo.

El caso es que Gloria me llamó para invitarme a cenar, iba a ser algo informal, como una pequeña celebración de la llegada del verano y además sería en su preciosa casita de la playa. Al principio no me sentía muy animado pero ella insistió y además no dejaba de comentarme que habría muchos amigos, algunos conocidos por mí pero otros que no y quería presentármelos.

Reconozco que un poco a regañadientes acabé claudicando y finalmente acepté.

- Llevaré vino, le dije- 

 

Poseído como estaba de cierta apatía y dada mi costumbre por irme a dormir pronto, me pareció una buena opción, echarme un rato en el sofá tras haber comido algo ligero, eso o por la noche no sería persona en casa de mi amiga, y menos mal que así lo hice.

 

Siguiendo las instrucciones de mi anfitriona llegué a su casa cuando la tarde ya estaba finalizando y noté que había poco ambiente allí cuando pude aparcar a mis anchas, no era de extrañar pues era el primero en llegar. En otras circunstancias quizás me hubiera sentido violento por culpa de esa puntillosa manía que tengo de llegar a los sitios y citas con bastante antelación. Sin embargo aquí no había lugar para sentirme mal, en esta casa hay mucha confianza; me recibió Cristóbal, un tío majísimo y al que aprecio mucho pues trata a Gloria como una reina con lo que me siento feliz por los dos pero sobre todo de verla a ella tan, tan bien. Cristóbal siempre supo de mi desdicha en otra época por no ser amado por la que hoy es su pareja y pese a ello jamás tuvo conmigo comportamiento alguno con el que yo me pudiera sentir incómodo… realmente es un gran tipo. 


Mientras él se llevaba el vino a la cocina yo entraba en aquella casa con la confianza de quien la ha frecuentado tantas veces y esperé en el luminoso salón con vistas a la playa la aparición de Gloria. Cristóbal volvió con sendas cervezas heladas para amenizar la charla y la espera que ciertamente fue muy breve. 

Fiel a esa deliciosa clase que emana en todo momento Gloria, y con el crujir de las escaleras de madera a cada unos de sus pasos, apareció en el salón como una diosa; lucía un conjunto de pantalón y blusa que conjugaba blanco y azul marino mientras su cara era poseedora ya de un ligero moreno que ponía el contrapunto perfecto  a uno de los rasgos inconfundibles de mi gran amiga, aquella melena rubia e inmaculada que seguía invariable desde el mismo día que la conocí, bastantes años atrás.

 

Iba a ser una cena fría y ya estaba todo listo pero aproveché para ofrecerme a colaborar y trasladar todo lo que había en la cocina hacia el porche en donde Cristóbal estaba ya montando mesas y sillas, y que por cierto me parecieron demasiadas. 


"¿Pero cuántos seremos?" le pregunté con cierta incredulidad a mi amiga. 

 

- Sí no falla nadie 27, dijo ella.

 

-¿27?, pero si apenas he traído tres botellas de vino; era un vino blanco afrutado que a Gloria le encantaba, pero claro, o lo tomábamos en vasos de chupito o no llegaría a nada. Veintisiete…

 

Tranquilo hay más gente que traerá también bebida y además en el grupo tenemos algún que otro abstemio con lo que no sufras más de la cuenta, que ya te conozco, -"me dijo ella con tono condescendiente".

 

Yo seguía pensando en semejante número y con la confianza que le tengo a Gloria le pregunté sobre el resto de invitados a la cena.


Estarás a gusto, a muchos los conoces de haber coincidido con ellos en otras ocasiones, pero hay dos parejas y un par de amigas, los seis de mi época en la universidad, que no los has visto nunca aunque seguro que te caen bien. Por cierto, con una de esas dos amigas, Irene, compartes afición, es otra entusiasta como tú del arte y concretamente de la pintura.

 

Poco a poco iba llegando la gente y aquello se animaba por momentos. Ciertamente con muchos de ellos había coincidido en otras veladas y entonces llegaron también sus amigos de la universidad, incluida Irene. He de decir que la primera impresión que tuve de ella no fue precisamente la mejor, vi algo de altivez en gestos y comentarios que me chirriaron al principio pero... a medida que iba pasando el tiempo me di cuenta que esa percepción mía era fruto de mi imaginación y por culpa quizás, de aquel comentario de Gloria  acerca de nuestro común gusto por la pintura (solemne tontería la mía molestarme por aquello).


Yo no sé cómo pasó, aunque conociendo a Gloria puedo imaginar hasta cierto punto que fue cosa de ella y no del simple azar, el que Irene y yo nos sentáramos el uno frente al otro nada más empezar la cena. Más me convencía yo de ello cada vez que levantaba la mirada hacía  nuestra anfitriona que presidía aquella hermosa mesa, y en su mirada yo percibía como estaba especialmente atenta a mi comodidad con la compañera de mesa que me había “tocado” en suerte.

 

No recuerdo cuándo fue la última vez, en la que rodeado de tanta gente, me sentí aislado del mundo y absolutamente de todo lo que me rodeaba. Irene me tenía absorto con su conversación, al principio de cómo se habían conocido ella y Gloria tiempo atrás y luego cuando empezó a explicarme lo de su afición por la pintura. 


Yo pensaba, -menos mal que la cena es fría de lo contrario no habría

probado ningún bocado caliente-. 

Mis ojos no desviaban un ápice su mirada de la boca de Irene quien a veces me daba la sensación de que hablaba como a cámara lenta mientras yo percibía el movimiento de su mandíbula articulando palabras.


Tras la cena, en la que casi ni recuerdo lo que comí pero que todo me supo a Gloria, nos levantamos todos de la mesa, y mientras unos fumaban en el maravilloso porche con vistas, otros hacían las veces de "barman" preparando copas para los demás.

Irene y yo bajamos los tres peldaños de madera que separan el porche de la arena de la playa y comenzamos a caminar por la misma en ambos sentidos; al principio lo hicimos por la arena seca pero luego nos descalzamos para mojarnos incluso los pies. 

Hacía la mejor noche que yo podía recordar en años, qué digo años, décadas, y todo con un crepúsculo que apenas dejaba ya luz alguna pero sí unos bellos colores en mar y cielo.

 

Cuando nos dimos cuenta era ya completamente de noche, a las caminatas de ida y vuelta, nuestra conversación prosiguió pero esta vez ya sentados en la arena. Eran más de las cuatro de la mañana, no había luz en el porche ni en ninguna estancia de la casa de nuestra amiga.


Acompañé a Irene hasta su coche y tras un prolongado y profundo abrazo nos besamos en ambas mejillas si bien creo que los dos aspiramos a algo más, pero nos contuvimos.

 

-Me encantaría volver a verte antes de que te vayas de la ciudad- le dije a Irene.

 

-“Desde luego que nos veremos y creo que no poco, estos días voy a visitar algunas inmobiliarias pues quería mudarme a vivir aquí, ahora tengo un motivo más... - Dijo ella mientras sus labios esbozaron una leve sonrisa.

 

Tras la despedida llegué a casa sobre las 5 de la mañana, eso sí, sin sueño alguno y ahora que han pasado más de cuatro horas continuo desgranando en mi cabeza todo lo vivido en esta pasada noche, con total lucidez.

 

Y si esto no fuera suficiente para tener mi cabeza ocupada, acabo de recibir en el móvil un mensaje de Gloria,  dice:

 

Buenos días Luis, no quiero preguntas ni tampoco respuestas, tan solo espero que ayer estuvieras a gusto en nuestra casa y disfrutaras con el resto de invitados, creo que sí. Durante la velada y tras la cena subí un momento a mi habitación y no pude contenerme mientras os veía en la playa, aquí tienes un bonito recuerdo de un día que quizás pueda ser.... el comienzo de, quién sabe qué”.





jueves, 13 de febrero de 2025

¿Será morriña?

Nostalgia; dícese de un sentimiento de tristeza, mezclado con afecto, cuando alguien piensa en tiempos felices del pasado. Existen otros sinónimos como podrían ser la añoranza, melancolía, saudade o una palabra muy familiar y muy de mi tierra, la morriña.

Dicen que nosotros, los gallegos, tenemos ese sentimiento muy a flor de piel y  a ese respecto quizás habría buscarle alguna explicación, y ciertamente la hay. En el periodo que comprende entre los años 1882 y 1935 se fueron de Galicia 1,2 millones de gallegos con rumbo a diferentes países sobre todo de Sudamérica  (Cuba, Uruguay, Brasil, Argentina y otros),  el número de esos emigrantes gallegos es considerable pero mucho más si tenemos en cuenta que en aquella época la población total en Galicia giraba en torno a los dos millones, hablamos pues de que la mitad de los gallegos abandonaron su tierra en busca de oportunidades.

Lejos de la "tierriña", del lugar que te vio nacer, es ahí donde quizás se pone de manifiesto ese carácter melancólico que nos acompaña desde siempre aunque creo  que esto va con cada uno;  yo de vez en cuando echo  la vista atrás pero solamente para recordar y desde luego no de un modo que me impida vivir con felicidad mi presente. Claro que echo de menos no  visitar más a menudo mis orígenes y donde me desarrollé como hombre, pero fui yo y nadie más quien decidió abandonar mi cómoda vida y lanzarme a la aventura, pero claro tenía un buen aliciente, el amor de una mujer.

A estas alturas creo más en la morriña hacia las personas y no  hacia un lugar o lugares concretos y por ese motivo ese sentimiento no desaparecerá nunca  de mi ya que tengo repartidos por una amplia geografía, a seres muy queridos.  Todo esto de la nostalgia viene a cuento de la fotografía de hoy,  un trocito de Normandía, una región de la que siempre estuve enamorado sin conocerla,  y que a raíz de mi primera visita ese sentimiento se ratificó por completo. Después de estar ya  tantas veces en dicha región francesa, ahora estoy en un periodo en el que hace ya bastantes años sin volver y lo echo de menos aunque sepa que allí…. siempre volveré.

Esta es una larga exposición frente unos acantilados de la Costa del Alabastro y con la localidad de Fecamp al fondo. 






miércoles, 12 de febrero de 2025

El militar que pudo ser

Hay una etapa de mi vida que muchos desconocen y que les causa gran sorpresa cuando se enteran. Hace años, muchos años ya, preparé con ahínco la oposición para entrar en una academia militar, fueron dos años casi monacales donde iba de casa al gimnasio y a un centro en Pontevedra especializado en preparar a opositores para el ejército y cuerpos de seguridad del estado, así cada día.

Si, la vida castrense siempre me ha gustado y me gusta, no porque sea yo una persona beligerante, pero hay varios aspectos de esa vida y profesión que siempre me han atraído sobre todo la concerniente a realizar labores humanitarias. 

Lo cierto es que en mi segundo intento lo conseguí e ingresé en la Academia General Básica de Suboficiales pero finalmente a los diez días de estar dentro tuve que dejarlo, pero esa ya es otra historia y larga de contar además. El caso es que tras aquello acabé metido en el mundo de la informática y aquí sigo tres décadas más tarde.

Viene todo esto a propósito de la imagen de hoy, en la que muestro un “trocito” de la  Seu de Lleida; un edificio del siglo XIII en lo alto de un cerro y que fue desde catedral a cárcel pasando por cuartel militar.

 

Aquel proceso de oposición que comentaba antes, consistía en pasar primero una criba aprobando  unos exámenes culturales y un reconocimiento médico con exclusiones recogidas en el BOE; ambos cometidos se realizaban en cinco lugares repartidos estratégicamente por la geografía española, y que en mi caso tuvo lugar en León. Una vez superada la primera "eliminatoria",  se procedía a pasar un segundo reconocimiento, más exhaustivo que el primero, pruebas físicas e igualmente un segundo examen cultural, todo ello realizado  ya en las instalaciones de la propia academia militar, sita en la localidad leridana de Tremp. 

En los dos años que llegué a las pruebas finales, me desplazaba en tren desde Galicia y hacía noche en Lleida para al día siguiente finalizar el periplo hasta mi destino, en autobús. Esas dos veces que dormí en Lleida (mes de Julio) las recuerdo infernales dado mi poco gusto por el calor; tengo muy presente haber bebido muchísima agua con gas (Vichy catalán) y no poder conciliar el sueño empapado como estaba, en sudor. En aquellas tórridas noches, otros "aspirantes" y  yo, nos íbamos a pasear a los alrededores de la Seu que por estar en un lugar elevado, esperábamos que corriera cierta brisa y nos aplacara aquel sofocante calor. 

 

Desde aquel lejano mes de Julio de 1990 no había vuelto a Lleida, en parte por parecerme una ciudad carente de encanto alguno, pero hace unos meses aprovechando el regreso de una aventura pirenaica decidimos parar y así yo rememorar aquellas lejanas visitas que hizo el “Caballero Alumno” que suscribe estas líneas.





  

martes, 4 de febrero de 2025

No es un edificio cualquiera

Siempre digo que no son pocas las veces en las que me siento en cierto modo un documentalista de aquellos lugares que visito y disfruto, la gran mayoría tienen que ver con la naturaleza pero también hay lugar para algunas de las maravillas que el ser humano ha conseguido realizar. Esta labor de “documentar”, como también he dicho en alguna ocasión, sirve para mostrar lugares que muchos desconocen y que en gran medida jamás conocerán por razones de índole muy diversa.

Ayer me decía una amiga valenciana que cuando fuera a París ya tenía algo más que poner en su agenda para visitar, otros me comentaban sus impresiones de cuando fueron en persona a disfrutar de esta maravillosa obra de Charles Garnier y hubo quien se conformaba con la imagen de ayer para imaginarse cómo sería el interior. Para todos, pero especialmente para estos últimos, hoy de forma excepcional no voy a compartir este ·buenos días" con una imagen, lo haré con seis y así os mostraré rincones de lo que hay detrás de la fachada que ayer podríamos decir que nos sirvió de aperitivo.

Os contaré una anécdota sobre una de estas fotografías. Tras adquirir la entrada y acceder al interior de la ópera con mi equipo fotográfico, trípode incluido sujeto a la mochila, el personal del teatro me dice que puedo hacer fotos pero está prohibido el uso del trípode (de qué me sonará esto) no son pocos los lugares en los que los fotógrafos somos poco menos que unos apestados.

Bueno, visto lo visto tocó tirar de ingenio y así muchas de estas fotografías que por la escasez de luz necesitaban largas exposiciones que a pulso serían imposibles pues las imágenes saldrían "movidas", las realicé  utilizando la mochila y mi cartera como soportes para dejar apoyada la cámara.


La anécdota viene a propósito de cómo hice la fotografía de esa sala dorada con esas impresionantes lámparas de cristal; quizás no se aprecia, pero a un extremo y a otro de dicha sala hay sendas chimeneas (descomunales por cierto) que servían a mediados del siglo XIX para calentar semejante estancia. Pues bien, para conseguir esa perspectiva que se aprecia en la imagen, me introduje literalmente dentro de una de las chimeneas y me tumbé en el suelo; no os quiero decir cómo me miraban algunos de los que como yo visitaban la sala, incluso personal del teatro, pero yo no hacía nada malo, no estaba usando el trípode ni tampoco produciendo desperfectos con mi proceder por lo que nadie me llamó la atención y así que, "ande yo caliente......" .

Y de este modo pude perpetuar para mi propio regocijo semejante maravilla arquitectónica. 

 

Esto es todo, a los que desconocían este teatro pero en un futuro cercano o no tanto, tengan intención de visitar la capital gala, da igual que te guste o no la música, el ballet, vete a ver con tus propios ojos  la Ópera Garnier.

Esto mismo es lo que digo para otro lugar más cercano y que recomiendo a todos los que no lo conocen y vienen a Barcelona, visitar el Palau de la Música Catalana; son lugares que fueron creados para deleite de los melómanos pero que ya por sí mismos merecen ser vistos y disfrutados.









lunes, 3 de febrero de 2025

Esos edificios que desbordan glamur

3 de febrero, primer lunes del mes más corto del año y vamos a comenzar la semana con música. Bueno, no es exactamente música pero sí algo relacionado con la misma, y es que la música es algo intangible, por supuesto que podemos tocar los instrumentos, una partitura pero el sonido....

 

Sea como sea, lo que muestra la imagen de hoy es una fotografía de larga exposición, como puede apreciarse en la estela que dejan las luces de ese coche, y estamos ante al que para algunos y yo me encuentro entre ellos, es el teatro de ópera más hermoso que se haya construido jamás. 

Hoy en día sería  impensable que se levantara un edificio similar con dinero sacado de las arcas públicas; la sala de la Ópera Garnier, su impresionante escalinata y todas las estancias de semejante edificio emanan una grandiosidad y glamur espectaculares. Recuerdo que la primera vez que visité su interior coincidió además con una exposición itinerante de los vestidos y joyas que la gran María Callas usaba en sus célebres veladas.

Desde aquella primera visita, cada vez que regreso a París siempre me pasó por la Ópera Garnier como quién rinde pleitesía.

En 1989 este fastuoso teatro dejó de ser la sede oficial de la ópera parisina para trasladarse la misma al nuevo recinto de la Ópera de la Bastilla, un edificio más moderno y con muchísimo menos encanto.

 

Y nuestro protagonista ha quedado relegado para eventos más excepcionales. 




Vivir con riesgos

E stá claro que uno puede tener una vida "cómoda", adjetivo que por cierto daría para un buen debate si pensamos en lo que esa pal...