sábado, 6 de junio de 2020

Los bellos amaneceres

Este último fin de semana, concretamente el sábado, retomé una de esas costumbres que hasta hace unos meses realizaba con cierta asiduidad, levantarme de madrugada e ir a la caza del amanecer en una de las atalayas que más me gustan de la ciudad de Barcelona.

Y volvieron a repetirse tantas cosas…. Jajajajaja…. ahora explico estas risas.

Las cinco de la mañana es mi hora preferida para levantarme  y más cuando tengo que salir en busca del sol naciente. Claro está que cuando el amanecer quiero captarlo desde algún lugar fuera de la ciudad entonces el madrugón todavía es mayor.

Mi atalaya está ubicada dentro de un parque urbano rodeado de pinos, arbustos y plantas silvestres varias. A eso de las 5:30 empezaba ya a verse algo de claridad y con ello intuir las formas de todo lo que tenía a mí alrededor. Llegué a mi lugar, desplegué el trípode, preparé las dos cámaras y empecé a esperar que los  colores del alba hicieran acto de presencia. El cielo estaba parcialmente nublado y eso era un buen presagio. A mi alrededor y moviéndose en las ramas de los árboles podía escuchar a las tórtolas, mirlos y carboneros entre otros. Son esos primeros instantes del día en que solamente, o casi exclusivamente, escuchas este tipo de sonidos los que yo  agradezco muchísimo debido a esa soledad buscada y otras tantas veces, encontrada.

Lo malo fue que a los 10 minutos de ese idilio con el silencio y el amanecer, el mismo  se rompió de lleno y de un modo que ya me ha sucedido algunas otras veces de manera similar en diferentes lugares de la geografía española e incluso del extranjero. Las cinco y media de la mañana es buena hora para empezar el día pero para otros es el momento de recogida tras haber estado toda la noche de farra. Y así fue, dos parejas de chicos y chicas que ninguno superaría los 22 años, venían de hacer botellón o algo similar, pero el caso es que iban pasaditos de alcohol. Uno de los críos de verborrea fácil,  intentaba a base de chorradas varias alardear delante de las féminas y hacerse el gracioso…  supongo que lo normal en  los “machos  jóvenes” que pretenden ganarse los favores de la compañía femenina, o al menor llamar su atención.

Yo iba a lo mío, esperando que pasaran de largo y se llevaran consigo el revuelo y el ruido que iban montando el cual silenció a todos los pajarillos. Unos metros antes de llegar a mí, las chicas que iban cogidas del brazo supongo que para facilitar la tarea de mantener dignamente el equilibrio, se paran y me lanzan un…  . 

Yo con un movimiento de la cabeza hacia ambos lados negué tal posibilidad y volvieron a insistir hasta tres o cuatro veces, a lo que yo seguía negando con mi cabeza. Entonces callaron durante unos instantes mientras me miraban fijamente pero medio idas,  y a los pocos segundos me preguntaron el porqué de mi negativa a lo que respondí con un simple “porque no”.
En esas actitudes hay varias cosas que me molestan; me molesta que la gente beba, o se meta cosas en el cuerpo sin control alguno y después no sean dueños de sus actos, eso para empezar; luego me molestó que en ningún momento me preguntaron o pidieran de buenas maneras que les hiciera la fotografía, simplemente exigían, 

-Pues va a ser que no. 

Y ya lo creo que no les hice foto alguna; primero por sus formas, pero en segundo lugar yo tenía la cámara lista sobre el trípode y configurada para lo que me había levantado una hora antes y  que en ningún caso era hacerle fotos a jovencitas ebrias sino retratar la salida de “Lorenzo”.
Recuerdo que hace un par de veranos me había pegado otro madrugón en León para retratar su hermosa catedral con las primeras luces del día y tras ello cuando iba camino del hotel dos chicas  también cargaditas de alcohol me pidieron amablemente si les podía hacer un retrato. No solo accedí sino que tras aquella foto intercambiarnos emails, estuvimos como 10 minutos hablando los tres y nos despedimos entre besos y abrazos.

Esa es la diferencia, personalmente no puedo con las malas formas y modales  de ahí que el sábado sólo hubiera fotografías del amanecer.
Supongo que tras mi negativa, de algún modo quisieron vengarse de mí y ya lo creo que lo hicieron. Se plantaron como a unos cuarenta metros de mí los cuatro, amorrados a unas cuantas botellas y me estuvieron machacando hasta que acabé la sesión, con reggaetón a todo trapo. Aquello era insufrible, había pasado de escuchar trinos y alardes canoros de algunas aves tan bonitas, a tener que escuchar uno de esos ritmos tan de moda hoy en día y con miles de seguidores entre los cuales he de decir que yo no me encuentro.

Y tras esto el sol salió, ya lo creo que salió, hermoso y elegante detrás de ese trocito de Mediterráneo y con las nubes además de  las ramas de los pinos, como perfecto marco. 

Esto es todo, besos y abrazos.

Ger.

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jueves, 28 de mayo de 2020

Entre nubes y piedras

Me gustan los días de cielos plomizos o esos en que las nubes muchas veces nos anuncian lluvia y/o tormenta, los prefiero a esos otros días de cielos rasos donde sólo luce el sol en lo más alto.

Sin ser una región donde la climatología sea especialmente amigable, (en ese aspecto me recuerda mucho a mi Galicia natal por lo mucho que llueve), en los meses estivales puedes encontrar días de sol pero en la época en que hice esta fotografía, mediados de septiembre, el tiempo ya es típicamente otoñal. 

Por si alguna vez alguien se anima a visitar la Costa del Alabastro, yo he recomendado muchas veces a aquellos que me lo han pedido, que algo indispensable es jalonar dicha costa por la carretera que discurre paralela al mar entre las localidades de Dieppe y Le Havre.  Son más de un centenar de kilómetros que uno puede recorrer en más o menos tiempo dependiendo el interés que tenga en pararse y disfrutar de los muchos rincones que hay a cada paso y pueblo. Te puede llevar un par de horas, todo un día, o varias jornadas sí lo que quieres es recrearte con parsimonia.

Esta fotografía la tome en la playa de un pequeñito pueblo de nombre Yport y  que apenas llega a los mil habitantes. Cuando llegué, la marea estaba en plena bajamar lo cual me dio la posibilidad de irme al pie de uno de los acantilados donde había unas piedras de tamaño considerable y que son las que se ven en primer plano. El cielo estaba precioso con esa franja de nubes que llevaba toda la mañana acompañándome y que de cuando en cuando iba soltando una ligera llovizna, algo que no ocurrió al llegar a este pueblecito.

Busqué diferentes lugares y ángulos pero finalmente este fue el encuadre que más me gustó con diferencia, las piedras de las que os hablaba, el enorme acantilado al fondo y ese cielo de lo más trágico para completar la escena. Por supuesto otra cosa que me gustó especialmente fue ese color verde que ponen las algas en las piedras que quedan a la luz con la marea baja, ellas ponen sin duda el color.

Esto es todo, besos y abrazos.

Ger.

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Volviendo a tierras normandas

Tengo en mi ser un empecinamiento por volver siempre que puedo a lugares que para mi son especiales por uno u otro motivo. Me decía en una ocasión una amiga, que ella nunca repite destino, como ya lo había visto necesitaba descubrir otros todavía no explorados.  Esto estaría casi en la antítesis de cómo yo actúo, en mi caso sí un lugar me ha cautivado por el motivo que sea, siempre acabo volviendo y muchas veces no solo en una ocasión. 

Normandía es un claro ejemplo, la familia y tantos amigos y conocidos saben de mi amor por esas tierras y costas que me han hecho volver tantas y tantas veces (deseando ya hacer una próxima visita).

Esta imagen es de uno de esos rincones de peregrinaje, se trata de un trocito de la playa y del espigón que protege la entrada al pequeño puerto de la localidad de Saint-Valery-en-Caux

A mi espalda lo único que hay es un enorme acantilado impertérrito que separa el Atlántico de tierra firme.

Esto es todo, besos y abrazos.

Ger.

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jueves, 14 de mayo de 2020

Amaneceres con luna

Hay veces que te levantas en busca de amarillos, naranjas y rojos en esos primeros destellos del sol y resulta que lo interesante está a tu espalda y con otra gama de colores bien distinta.

Así fue este pasado verano, durante uno de los días que pasé por tierras de Isla Cristina. A eso de las 7:37 de la mañana ya había la suficiente luz para vislumbrar lo que nos depararía el nuevo día. Empecé haciendo algunas fotos con esos primeros rayos pero la falta de nubes en el cielo dejaba aquel despertar un poco soso, sin chispa.

Y entonces me giré, allí estaba ella, “doña luna”, en toda su plenitud; después de lucir toda la noche en lo más alto, poco a poco se iba acostando hasta desaparecer y dar en una nueva jornada todo el protagonismo al astro rey.


Esto es todo, besos y abrazos.

Ger.

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martes, 12 de mayo de 2020

El anfitrión

El parque nacional de Ordesa y Monte Perdido cuenta con innumerables rincones y lugares icónicos, hoy traigo uno de ellos.
Entrar en Ordesa es como entrar casi en el edén y donde mires a donde mires todo es grandilocuente y hermoso pero hoy vamos a hablar del anfitrión.

Un anfitrión es aquel que invita a alguien a su casa o bien el que organiza una actividad o acontecimiento y recibe en su territorio a representantes de otra zona. Pues ese el papel que yo le doy al Tozal de Mallo, esa imponente pared de 2.280 metros de altura.

Así es como uno entra en la pradera de Ordesa, llegas al parking y alzas la vista a tu izquierda y el está allí como dándote la bienvenida a sus dominios, lo demás es ya disfrutar de su entorno.

La imagen es de la primavera pasada, como no, en un día precioso que amaneció con algunos bancos de niebla que poco a poco se fueron disipando y así lucía con los primeros rayos del sol mientras yo me adentraba en el bosque.


Esto es todo, besos y abrazos.

Ger.

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miércoles, 6 de mayo de 2020

Calma chicha...

6:40 de la mañana, una buena hora para ir a la playa cuando todo el mundo duerme para escuchar como las olas van y vienen mientras la claridad del nuevo día va en aumento poco a poco. Planto el trípode sobre esos guijarros tan típicos de muchas playas normandas y dejo durante 6 segundos que la magia de la luz haga el resto.

Esa mañana la recuerdo especialmente fructífera con un buen puñado de momentos “pescados”, luego tras recoger mis bártulos fui a disfrutar de uno de esos maravillosos desayunos que nuestra anfitriona nos ofrecía con mermeladas, croissants recién hechos, café con leche e infusiones varias y todo al abrigo de una cálida chimenea para entrar en calor, sobre todo yo,  después de toda la humedad que se me había incrustado en el cuerpo durante el par de horas que deambulé por la playa.

Esto es todo, besos y abrazos.

Ger.

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Saltos de mucha altura

El “Salt de Sallent” con sus 115 metros de altura pasa por ser el salto de agua más alto de Cataluña; en condiciones normales este salto no presenta un caudal de agua considerable pero en primavera y sobre todo tras días de lluvias es todo un espectáculo. Lo normal es presenciar el salto desde donde se inicia la caída o bien desde un mirador situado estratégicamente enfrente del mismo pero este día un amigo y yo fuimos a buscar un punto de visto diferente y más espectacular.Por una senda un tanto tortuosa se desciende lentamente hasta una zona llena de grandes piedras y de mucha humedad lo cual da pie a que todo el terreno resulte bastante resbaladizo.
Ahí abajo hice fotografías desde diferentes ángulos pero esta es de las que me gustó con mi amigo Sergi posando de espaldas para que diera algo de dimensión a ese centenar de metros de altura que tiene la cascada.

Esto es todo, besos y abrazos.

Ger.

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Vivir con riesgos

E stá claro que uno puede tener una vida "cómoda", adjetivo que por cierto daría para un buen debate si pensamos en lo que esa pal...