Aunque en ocasiones no lo consigo, siempre que puedo intento fijarme en las cosas pequeñas que tengo a mi alrededor, en las diminutas, en esas que muchas veces son las que encierran más belleza o dan un toque diferente a una imagen.
Cierto es que los que amamos la fotografía de paisaje
nos sentimos atraídos por los grandes espacios, por escenarios sobrecogedores…
pero en determinadas situaciones el
intimismo de una escena también puede “llenar” nuestra mirada.
Hace unas semanas en un paseo por la montaña y con
bastante niebla, cuando todavía no llegara el cambio de temperaturas estivales,
el campo estaba inundado de flores por todas partes, y de todos los colores
posibles.
En uno claro del bosque fue entonces cuando me
topé con una verde pradera y me fijé que en muchos rincones de la misma, habían
brotado pequeños conjuntos de diminutas margaritas con un color rosa intenso
que proporcionaban un buen contraste con aquel verde tan homogéneo.
Y así decidí que ellas, minúsculas y frágiles, debían de ser las protagonistas de una imagen, la imagen de hoy, día de San Fermín.
Esto es todo, besos y abrazos.
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